Wattpad Original
Te quedan 18 partes más de forma gratuita

8

14.3K 1.4K 52
                                    

Me pongo a bailar al ritmo de la música mientras limpio el mostrador. Laura me mira con diversión y se cruza de brazos a la vez que mira el reloj. Es la cuarta vez en media hora que desvía su vista a ese objeto.

—¿Por qué estás tan impaciente? —le pregunto dejando de bailar. Ella se encoge de hombros y suspira.

—No es nada, solo que... Bueno, afuera hay un día hermoso y acá no entra ni una mosca y me dan ganas de ir a la pastelería del idiota para ver si están nuestros clientes traidores ahí —responde mirando a la nada. Me acerco a ella y le doy un pequeño abrazo. Luego saco las llaves de mi bolsillo y le guiño un ojo.

—Vamos, yo también quiero chusmear. ¡Pero solo miramos por el vidrio, eh! Nada de entrar.

Asiente enérgicamente y salimos del negocio riéndonos con maldad, como si lo que fuéramos a hacer estuviera prohibido. Llegamos y nos apoyamos sobre la vidriera para ver el interior. ¡Estaba lleno! Y además... ¡estaban mis clientes! Bueno, ex clientes ahora. Malditos. Aprieto los labios en una línea recta y entrecierro los ojos. Veo a Kevin, a su novia y a otro muchacho que no había visto antes atender en las mesas. Me muevo lentamente hacia la puerta del lugar.

Laura nota lo que estoy pensando y niega con la cabeza mientras me toma por la muñeca.

—Oli, no. No es buena idea, vas a quedar mal y van a ir menos a la pastelería. Deberíamos hacer algo que llame la atención para bien, no pelearnos con la competencia —dice con tono firme. Suspiro y asiento con la cabeza.

Nos damos media vuelta para volver a nuestro negocio, cuando de lejos veo a Romina y Cinthia acercándose a nosotras. Me saludan con la mano y les devuelvo el gesto. En menos de un minuto estamos frente a frente y nos saludamos con un beso en la mejilla. Miro a Romina de arriba abajo y arqueo una ceja.

—Que elegancia la de Francia —comento aguantando la risa al ver que lleva puesto un vestido floreado, tacos altos y el pelo recogido en una elegante trenza cocida. Su cuello y orejas están adornados por hermosas perlas y está perfectamente maquillada. Ella resopla y rueda los ojos.

—¡No tengo porqué salir a la calle vestida de vagabunda como ustedes! —replica arrugando la nariz al ver que nosotras tenemos puesto unos shorts, camisa y zapatillas deportivas.

—Es que la señora está casada con un millonario —dice Cinthia susurrando y guiñándole un ojo a Laura, quien abre la boca con sorpresa.

—¡Te escuché! —exclama la colorada con exasperación—. En fin, ¿vamos a charlar en esta pastelería o vamos a la tuya? —cuestiona mirando la fachada del local y poniendo cara de asco. Me río.

—¡A la mía, obviamente! —contesto. Me meto entre mis dos amigas y entrelazo mis brazos con los de ellas. Comenzamos a caminar y mi empleada nos sigue pisándonos los talones.

—¿Cómo te está yendo con el muñeco maldito? —interroga Cinthia con una sonrisa burlona en sus labios.

—¡No le digas así! —replico con miedo. Romina se ríe y se encoge de hombros.

—¿Por qué? —cuestiona—. Vos misma decís que es malo.

Y otra vez, como obra del destino, Cinthia se dobla el pie, cae al piso a la vez que tira de mi brazo y yo tiro del brazo de Romina, provocando que también se caiga. La que más sufre las consecuencias es esta última, ya que se le rompe el taco, cae con las piernas abiertas dejando ver su ropa interior y pasan tres muchachos en bicicleta que le silban y gritan piropos antes de desaparecer por la otra calle.

Laura nos ayuda a levantarnos con expresión preocupada, pero noto que está a punto de reírse.

Romina se levanta rápidamente con un grito enojado, acomoda su ropa y mira con el ceño fruncido a Cinthia, la cual se apoya en la pared para frotarse el tobillo que se dobló. Yo miro mis rodillas sucias y raspadas y suspiro. Genial, segunda vez que me caigo en la semana.

—Vamos a terminar de arreglarnos en el negocio —dice Laura tirando de nosotras, que vamos rengueando y haciendo sonidos de dolor con cada paso.

Al llegar a la puerta le doy las llaves, abre y las tres entramos a duras penas antes de sentarnos en los pequeños sillones esquineros y revisarnos nuestras respectivas heridas.

—No es nada —digo luego de ponerme crema para quemaduras en las rodillas, aunque sea para aliviar un poco el dolor.

Cinthia mueve el pie en círculos y mira si lo tiene inflamado, pero no se ve mal. Romina intenta pegar su tacón con un pegamento que no sé de dónde habrá sacado, aunque al mirar su enorme cartera abierta marca Gucci me doy cuenta de dónde. Nota que la estoy mirando y sonríe.

—Siempre llevo esto, los tacos son tan finos que se rompen en cualquier lugar. Este pegamento me saca de apuros por lo menos. —Asiento con la cabeza esbozando una sonrisa sincera. Por más que se haya casado con un millonario y se hubiera vuelto algo arrogante, con nosotras sigue siendo tan humilde como siempre.

—En fin, ¿quieren algo para comer? —cuestiono poniéndome de pie. Ellas asienten y voy a la cocina para buscar las cosas.

Laura se encuentra apoyada contra la mesada, mordiéndose las uñas y mirando el celular. Da un salto al notar mi presencia.

—¿Me vas a decir de una vez qué te pasa? —interrogo poniéndome frente a ella. Suspira.

—Es una tontería, pero... es que hoy tengo una fiesta y la verdad es que estoy nerviosa porque es la primera vez que voy a ir con mi novio. —Sonríe tímidamente y no puedo evitar recordar la primera vez que fui con algún novio a una fiesta y la sensación de nervios en mi estómago y la abrazo.

—Tranquila, la vas a pasar muy bien —replico cuando la suelto y agarro una torta que tenía en la heladera—. ¿Sabés qué? Andá a casa, peparáte, dormí un poco la siesta... No te preocupes.

—Pero... ¿y el negocio? —cuestiona dubitativa.

—No viene nadie. Además están mis amigas y pueden ayudarme en caso de que lo necesite, no te preocupes. —Le guiño un ojo y asiente con la cabeza.

—¿Mañana puedo venir más tarde?

—No vengas. De todos modos... No voy a abrir. —Abre los ojos de par en par y resoplo—. ¿Para qué perder el tiempo acá un domingo? Ya no tenemos ni clientes, así que no hace falta abrir. Y recordá que empiezan tus vacaciones, así que no vengas hasta el... —Miro el calendario colgado en la pared—. Hasta el cinco de febrero.

—¡Bueno, Oli! —Me abraza con fuerza y me da un sonoro beso en la mejilla—. ¡Gracias! 

Agarra su mochila y se va corriendo, escucho que saluda a mis amigas y luego la puerta de entrada que se cierra con un golpe.

Subo las escaleras con lentitud por el miedo de que se me caiga la torta y escucho una risa masculina junto a la de las chicas. Mi estómago se encoge y suspiro, era obvio que el duende iba a hacer de las suyas, solo espero que no sea otra de sus citas arregladas.

El cupcake de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora