1. Torpeza Natural

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Sé tú mismo, los demás puestos
ya están ocupados

Oscar Wilde 

Tic-tac. Tic-tac

15 minutos para llegar al trabajo.

Tic-tac. Tic-tac.

Mi reloj interno empieza a desesperarse, ¿por qué narices hay atasco?

Tic-tac. Tic-tac.

¡Calla, maldito conejo blanco!

Llego a la puerta de mi empresa. Miro de nuevo el reloj. 10 minutos antes de la hora de entrada, al fin puedo respirar. Puede que tenga una pequeña manía de llegar pronto a los sitios. Una pequeña gran manía. Si por lo que sea, siento que voy a llegar tarde, empiezo a desesperarme, pero soy así, ¿me querréis igual? Quizás hasta os pegue esta especie de TOC aunque tras tantos años con mis compañeros y que nadie sea capaz de llegar a su hora... No sé por qué intento cambiar el mundo, si soy el último mono.

Entro en el edificio, como siempre, por la puerta giratoria. Un golpe de calor debido a la calefacción me azota la cara haciéndome suspirar de satisfacción... Es tan agradable llegar a un sitio calentito después de la ventolera exterior... Pero evidentemente, todo tiene que estropearse... Una de las chicas de recepción se choca conmigo derramando el café que llevaba en la mano. Sobre mi camisa. Blanca. Nueva. Es verdad que me la compré a mitad de precio en las rebajas (¿qué? Soy catalana, dicen que somos tacaños), pero, ¡costaba 50 euros!

–¡Quema! ¡Quema! ¡Quema! –Grito intentando separar la camisa de mi cuerpo. La chica abre sus ojos verdes de par en par y con una servilleta que lleva en la mano intenta quitar la mancha, evidentemente, haciendo que se expanda más.

–Lo siento, Karma. De verdad. No te he visto y...

–Tranquila, hoy he despertado a mi novio tirándole un vaso de agua fría en la cabeza. El planeta tenía que equilibrarse. –Gruño entre dientes mirando la enorme mancha y pensando en las crueles formas que tiene el mundo de devolverme todo lo malo que hago... ¿Por qué me pondría mi madre este nombre? Intento dedicarle una sonrisa para que no se sienta mal y me dirijo al baño que se encuentra en la primera planta para intentar quitar esta maldita mancha.

No suelo venir muy arreglada a la oficina, nuestra política de empresa es 'Viste como quieras, como quieras menos en chándal' pero hoy viene el sustituto de Miguel Ángel, el anterior diseñador gráfico y quería dar una buena impresión, en cambio, estoy en el baño, con la camisa blanca quitada, limpiando una mancha de café con jabón de manos.

La puerta del baños se abre y si hubiese sido una mujer, me hubiera dado igual que viese mi cuerpo al descubierto, pero no. Es un hombre. Un hombre alto y delgado. Un hombre, sin barba, pero un hombre al fin y al cabo. Me tapo corriendo y él con el ceño fruncido, me mira.

–¿Qué haces en el baño de hombres... ¿Lavando una camisa?

–No es el baño de hombres, es el de mujeres. –Suelto intentando que la camisa no se me caiga de las manos.

Él me mira, asoma un poco la cabeza y seguramente vea el cartel en el que se señala que ese baño es para mujeres. De forma desinteresada, pone una mueca y sale de allí. Yo al fin puedo respirar y dejo de taparme, ¿se puede saber quién es ese tío? ¿Y por qué tan siquiera se ha disculpado?

Con el secador de manos, intento que el agua de la camisa se quite un poco. La mancha sigue pero no en su misma extensión, ¿por qué habré despertado al imbécil de mi novio con un vaso de agua? Aunque, hay que admitir que ha sido gracioso. Para él no tanto, se ha ido gritando y no me ha hablado en toda la mañana, pero yo casi escupo un pulmón al ver su reacción recién levantado.

Que No Te Pille El KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora