6. Cita Más Romántica de la Historia

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Ven, ponte cerca de la puerta que quiero compartir contigo todas mis rarezas.

Alfred García, Que nos Sigan las Luces

Una semana ahogándome entre papeles y trabajo. Y otra. Y otra más.

El agobio con tantos proyectos, empieza a hacerme estar de mal humor con todo el mundo. Necesito un respiro, estar tranquila, tomarme un par de copas y quizás, por qué no, un par de revolcones con mi noviecito que me dejen como nueva y con las pilas cargadas.

A pesar de ser viernes y más tarde de la hora de salida, Gabriel, Vilma y yo, nos quedamos un rato más. Las ojeras, posiblemente, me llegan hasta las tetas y bostezo cada tres segundos de forma ruidosa. Una de las veces, incluso me quedo dormida y me despierto por culpa de Gabriel que me tira un Cheeto Pelotazo a la boca acertando de pleno. Cabrón.

–Si es que soy buenísimo. –Dice levantando sus dos brazos con tres dedos hacia arriba en señal de triple.

–Sí, sí, buenísimo... Que tiemble Curry. –Bromeo tirándole la tapa de un boli bic azul dándole justo en el brazo. Él abre los ojos amenazante y yo le mando un beso.

Entre las salidas de los viernes y el tiempo que pasamos de más en la oficina, hemos empezado a congeniar un poco, incluso podría decir que le considero mi amigo, no a uno al que llamar cuando te quedes tirado con el coche en mitad de la carretera, pero sí para echarte unas risas. Por otro lado, Emma sigue sin hablarme y lanzándome miradas de odio cada vez que ve que Gabriel y yo nos sentamos juntos o hablamos de cualquier tontería. Bueno, hablo yo porque él no es de muchas palabras, pero aún así, no voy a dejar de hacerlo solo porque a ella se le haya puesto en las narices: me cae bien y si ella está celosa porque no es capaz de dar el paso, no es mi problema; no estoy haciendo nada malo, ¡si incluso la he intentado meter varias veces en la conversación!  Pero ella estaba demasiado ocupada odiándome en silencio.

–Voy a por un café. –Anuncia Vilma levantándose de la silla y estirándose con un bostezo. –No juguéis al corro de la patata en mi ausencia o al pasemisí, que ya tenemos una edad.

–No te preocupes, te esperamos para que te unas. –Contesto tirando la tapa del boli negro contra ella. Vilma rueda los ojos y sale de la pequeña sala gruñendo algo sobre lo infantil que resultaba a veces.

Esperando que sirva como revitalizante, me levanto para estirarme, primero hacia un lado y luego hacia el otro,  haciendo que mi espalda cruja 309 veces. Ahora tocan las piernas para no perderlas en el camino: doy un par de pasos y sin comerlo ni beberlo, me tropiezo con una silla mal colocada. Intentando encontrar un punto de apoyo en la mesa, doblo los papeles y me caigo de bruces contra el suelo rebotando gracias a la punta gelatinosa de mi nariz. Intento levantarme, pero uno de los papeles se ha caído al suelo y al pisarlo, me resbalo volviendo a caer de nuevo.

–¡Te odio gravedad! –Grito haciendo la croqueta y quedando boca arriba. Veo a Gabriel asomarse, poner cara de desinterés y volver a sentarse en su sitio. –¿No me vas a ayudar a levantarme?

–Tienes piernas y manos para hacerlo tú solita.

Hincho mis mofletes a modo de enfado, a pesar de que nadie me vea,  pero me da igual, ¡será capullo! Arrastrándome por el suelo, llego hasta sus piernas por debajo de la mesa. Con mis habilidades de ninja, desato los cordones de sus deportivas Nike negras y enlazo los cordones a la silla. Él se echa hacia atrás en el asiento, mira sus pies y después, me mira a mí tan inexpresivo como una pared.

–Muy maduro.

–Muy maduro. –Le imito con voz de pito. Él hace una mueca de aburrimiento y después, se vuelve a echar hacia delante, ignorando lo que acabo de hacer y dejando sus cordones rodeando la pata de la silla.

Que No Te Pille El KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora