39. Familia Por Contrato

2.1K 249 12
                                    

–¿Se puede saber qué has liado esta vez? –Pregunta Gabriel nada más verme, con el ceño fruncido.

–No me recibas así, que sé que estabas preocupado por mí, guapo. –Respondo dándole una palmada en su cara y acercando su cuerpo al mío.

–¿Yo? ¿Preocupado por ti? No sé de dónde habrás sacado eso.

–Vilma me ha dicho que estabas raro y que tenías la cabeza en otra parte.

–Vilma es idiota.

–¿Por qué no lo admites?

–Porque si admito eso, estaría admitiendo que me importas y eso no va a pasar. –Responde entrecerrando los ojos. Le doy un golpe en el brazo y le dedico una sonrisa.

–Tú sí que eres un idiota.

Ti sí qui iris iditi. –Me burla. Me quedo mirándolo unos segundos sin entender lo que acaba de hacer.

–¿Se puede saber qué haces? ¿Qué tienes? ¿5 años?

–Si quieres pensar eso, adelante, pero creo que irías a la cárcel. Otra vez.

Me tiro en el sofá de su casa y resoplo. Ha sido un día duro.

–Por un momento me he creído digna del reparto de Vis a Vis por tener experiencia en el trullo.

–¿En el trullo? Pues sí que te ha afectado estar allí, ahora usas la jerga de esos lares. –Dice tirándose a mi lado y pasando su brazo por encima de mis hombros. Le miro intentando no reírme y después, deposito un beso en sus labios.

–No te aguanto.

La puerta empieza a sonar y Gabriel rueda los ojos. Se levanta soltando un resoplido.

–Tengo que dejar de ser tan increíble, la gente no para de reclamarme.

Me quedo mirando como se levanta con esos aires de estirado que a veces lleva y una sonrisa se dibuja en mis labios... Puede que sea cursi o puede que simplemente sea cierto, pero cada vez que lo miro, todos mis problemas desaparecen y solo puedo pensar en él y en lo que estamos viviendo en ese momento. No estoy segura de que eso sea bueno, pero después del día que he tenido hoy, dejar de pensar es justo lo que necesito.

Cuando abre la puerta, una mujer alta y delgada con el pelo de un rubio que podría confundirse fácilmente con castaño, entra por la puerta sin decir nada. Después, se queda mirando a Gabriel y se cruza de brazos.

–Al fin me abres la puerta. –Dice la señora cruzándose de brazos. Va perfectamente maquillada y un halo de elegancia la rodea haciendo que todo a su alrededor sea cutre, incluido Gabriel.

–Lo he hecho porque no sabía que eras tú. –Suelta encogiéndose de hombros. Abro la boca de par en par ante esa escena, ¿qué está pasando y por qué tengo que estar yo presente? Esto es muy incómodo.

–Gabriel... ¿Cuántas veces te tenemos que pedir perdón tu padre y yo para que vuelvas a hablarnos?

Una bombilla se enciende en mi cabeza y cuando me doy cuenta de que es la madre de Gabriel, abro tanto la boca que casi toco el suelo con la barbilla. Siendo sincera, se dan un aire; tienen la misma mirada de desinterés y ese aire de superioridad que les caracteriza.

–No es pedir perdón, es cambiar. Siempre habéis pensado que podéis comprar a la gente con el dinero y estoy cansado. –Responde Gabriel crispándose. –No me sirve de nada que me pidáis disculpas y volváis a lo mismo de siempre.

–Cariño, no intentamos comprar a Rocío... Simplemente queríamos que su aborto fuese lo más seguro posible, en una clínica privada.

–¿Vienes a mi casa a mentirme en la cara? –Pregunta alterado, pasándose las manos por el pelo desesperado. Pensé que Gabriel no podría estar así nunca, siendo tan tranquilo, pero ahora veo que hasta el hombre Seta tiene su carácter y no sé porque, pero verle en ese estado, hace que me caliente... Está tan sexy...

Que No Te Pille El KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora