Osaka, Japón.
Sicheng observó a las dos mujeres en la entrada.
Pudo reconocer a las dos.
A la derecha: Kim HyunAh. Jefa de toda la mafia coreana. HyunAh era una mujer hermosa, despampanante. Su cabello rubio combinado con su labios de un color rojo fuerte la hacían destacar, ni hablar de su impecable traje negro con unos tacones que Sicheng puede asegurar que sirven como arma letal, pero además de poseer una belleza del otro mundo, HyunAh era una mujer despiadada, como la cabecilla de una gran mafia poseía miles de habilidades que la hacían peligrosas de siquiera tratar. Sicheng sabía de buena mano que ella no era alguien que se andaba con rodeos, incluso la respetaba. Era una mujer que se había hecho camino hasta la cima en un mundo como la mafia, lleno de hombres que la desafiaban porque no creían que ella podía manejar la organización por el simple hecho de ser mujer. Ella a la fuerza, a punta de balas y bombas, les hizo creer lo contrario.
A la izquierda: estaba Nakamoto Jurina, hermana mayor de Nakamoto Yuta, y una de las asesinas más eficaces del medio. Sicheng recuerda a YuQi decir que Jurina es su modelo a seguir. Ella es mucho más baja que Yuta, tiene el cabello liso totalmente negro colgando encima hombros. Viste una falda de cuero ajustada, una chaqueta del mismo material, una blusa blanca y par de botas de tacón que seguramente podía hacerle competencia a las de HyunAh como arma mortal. Lo más destacable para Sicheng era el rostro de Jurina, con facciones delicadas, que podrían engañar a cualquiera y pensar que era una pequeña mujer indefensa, pero al observar sus ojos, se puede ver su mirada dura y calculadora, haciéndole juego a su postura firme y arrogante, igual a la de su hermano.
—¿Qué hacemos aquí?—dice la mujer rubia, adentrándose a la habitación. Yuta aun no se aleja del cuerpo de Sicheng. —Le dije a tu sirviente que al menos me llamaras. A ese, el alto con cara de estreñimiento—alguien gruño, era Yuto. Sicheng no había notado su presencia.
—Sí. Lo sé, Hyunah. Yuto me lo dijo, pero como ves, he estado un poco ocupado para poder hacerlo— se inclinó un poco más sobre el cuerpo de Sicheng sin ningún pudor o vergüenza. La mujer pelinegra al lado de ella, bufó con burla.—Joder Yukki, deja de andar de polla caliente con el niño rubio. Hay asuntos importantes que atender —la mujer atravesó la habitación, el sonido de los tacones haciendo eco. Se acercó hacía donde estaba Yuta inclinado en Sicheng.
El chillido que salió de los labios de Nakamoto hizo a Sicheng reír, Jurina había agarrado a Yuta por la oreja izquierda, logrando que Yuta se alejara del cuerpo del rubio.
—Mierda, Jurina, suéltame —las quejas de Yuta sólo lograron que la mujer afianzara el agarre sobre la oreja del hombre.
La situación era hilarante, el gran Nakamoto Yuta siendo reprendido por su hermana mayor como un niño de cinco años.
—Mas adelante tendrás tiempo de jugar. Ahora tenemos cosas importantes de las que hablar— Yuta iba a reprochar. Sin embargo, su hermana lo sacó de la habitación casi siendo empujado.Hyunah sólo los miro con una ceja alzada y una media sonrisa en los labios, dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Sicheng y a Yuto en ella.
El más alto miraba a Sicheng con veneno en sus ojos, Sicheng asumía que era porque aún le dolían las bolas del golpe.
Sicheng soltó un pesado soplido. Al parecer no iba a morir tan pronto y para rematar tenía la compañía de aquel imbécil quien sabe por cuanto tiempo más.
Yuto atravesó la habitación en un segundo, al parecer lo había cabreado con el pensamiento porque llegó al lado de Sicheng en un par de zancadas tomándolo fuertemente del cabello.La fuerza fue tal que la cabeza de Sicheng se inclinó hacia atrás. La mirada en el japonés era de claro odio y desprecio, Sicheng soltó una risa burlona, divertido con ese temperamento y el agarre del hombre se afianzó sobre sus hebras, a este paso iba a terminar con un dolor de cabeza descomunal o calvo.
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ENDGAME [YUWIN]
FanfictionNakamoto Yuta creció en un mundo lleno de sangre y venganza: Nació en la cuna de los Yakuza. Era codicioso, rencoroso y despiadado. Siempre quería más y cuando consiguió todo, no se detuvo. Era adicto al poder, las cosas se hacían a su manera, con s...