Credo Blanco

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Asmodeus de la lujuria, David Dunoir. Rango: Pecado.

Calendario: Año 2010, Mes 8, Día 26.

 Penitenciaría de criminales de alto nivel. Londres.


Tick tock, tick tock, va con las manecillas del reloj el ritmo de un futuro incierto, el constante azote de un tétrico pasado se ve reflejado en un casi perturbador presente ¡oh creador! Tú que conoces el destino de todo aquel, dime ¿Cómo puede esperarme un infierno si vivo en el pandemonio?

 Manos gélidas de un destino que sostiene un cálido corazón, aplastándolo desde sus cimientos y acabando con todo rastro de esperanza ¿es acaso necesario levantar las manos como dagas y pedir un final a los ángeles de metal? Todos quieren cambiar la realidad, todos quieren cambiar el destino, pero, nadie quiere morir.

 - Solo unos segundos más – dijo Víctor mientras forzaba la puerta manualmente –

 [Apresúrate ] replicó Belcebú apoyada de la pared mientras jugaba un videojuego [ ya me estoy aburriendo y solo me queda el jefe final ]

 - ¡Perfecto! – Víctor celebró al finalizar de forzar la cerradura, todo para que al girar la manilla descubriese que había múltiples cerraduras electrónicas – ¿es una broma?

 Víctor siguió intentando abrirla unos segundos hasta que Lucifer con unos toques en su teléfono lograse abrirla.

 [ Bien hecho enano ] Belcebú acarició la cabeza de Lucifer antes de entrar y desatar a Elizabeth.

 Verdaderamente no sé qué escena fue más extraña, por un lado, teníamos a un niño el cual no podía ser siquiera tocado por un mosquito ser acariciado tranquilamente por una psicópata en potencia, por otra parte, tenemos a una psicópata en potencia desatar y cargar a la chica que alguna vez amé... ¿o sigo amando? no lo sé, enserio estoy muy confundido.

 Belcebú salió de la celda con Elizabeth en su espalda siendo cargada cual caballo, su cuerpo portaba los harapos de lo que solía ser un atuendo casual, por lo que tenía mucha piel expuesta, podían verse morados en su piel, cortes, pequeñas cicatrices químicas en sus piernas y uñas apenas en crecimiento.

 Era obvio que esto no le había ocurrido en unos pocos días, debía llevar semanas, quizás meses siendo torturada, pero no comprendo el porqué, espera ¿acaso tendrá que ver con lo que hablaba Louise y Belcebú antes? Leviatán, el demonio que rige sobre la envidia ¿ella siempre fue un pecado? ¿Acaso me estuvo engañando todo el tiempo para meterme en este maldito culto? No, no lo creo, no puede ser tan simple.

 - ¡Eh! ¡David reacciona! – Víctor aplaudió muy cerca de mi rostro – Vamos, estamos en medio de una misión, si ya volviste de tu trance entonces vámonos, oh, y cierra la boca que hay moscas.

 Intenté responderle, pero, mis palabras fueron consumidas en la oscuridad del vacío recuerdo de su mirada, con mi garganta ardiendo cual geiser mantuve silencio y ayudé a Belcebú a cargarla, recordando claro no esforzarme demasiado por mi herida.

 Luego de salir de la prisión subterránea no reagrupamos con los escuderos, donde uno de los más musculosos cargó a Elizabeth y los demás nos encargamos de purgar el área a medida que salíamos.

 Al llegar a la camioneta la escena fue de lo más casual, la misma pelea de antes entre Belcebú y Víctor, Lynn riéndose por ello y la misma gélida mirada en los rostros de los demás escuderos, las únicas diferencias eran una Elizabeth extra vendada, cortesía de Víctor, en mi regazo, la camioneta que parecía un tanque por tanto blindaje que le habían colocado y mi puta mente a punto de explotar en un cataclismo final hacía la locura misma.

Aquel pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora