Recuerdos de una belladona

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 Roja como una rosa y fluye como el mar, su metálico sabor te encantará ¿Qué será?

El aire era frío en aquella tarde de otoño, un ligero olor a canela retumbaba en mi nariz, quizás alguien preparaba un delicioso pastel a la distancia, realmente no lo sé, sin embargo, ese aroma se volvió una parte muy importante de mi vida, un pequeño recordatorio de cómo, en un solo momento, toda chispa de humanidad en mi fue evaporada.

¿Mi nombre? Se me podría llamar la futura señora Dunoir.

Era muy joven en aquel tiempo ¿6 años? ¿7 años? ¿8 años? No estoy segura, solo recuerdo a mi lindo hermano llevarme de la mano a todos lados.

Rutther era un lugar bastante seguro, a pesar de ser algo grande, todos nos conocíamos, por lo que nunca hubo ninguna objeción a que mi hermano y yo saliésemos solos, nos cuidábamos bastante e, incluso si nos perdíamos, podríamos pedirle ayuda a un transeúnte.

Mi hermano y yo estudiábamos en la misma escuela, pero debido a que éramos de cursos distintos, casi nunca nos veíamos hasta la salida.

Aun así, yo era muy feliz.

En clases no hablaba con nadie, casi no participaba públicamente, a veces uno que otro niño me molestaba por lo "tímida" que era ¿empujones? ¿chicle en el cabello? ¿escupitajos a mis zapatos? ¿Burlas? Realmente no me importaba...

Pues, a pesar de todo, yo era muy feliz.

Al salir de la escuela tenía a mi mascota canela, a mis padres, a Louise y al más importante de todos, David Dunoir, mi queridísimo y amado hermano mayor.

Unas semanas atrás, me había enterado que no éramos hermanos congénitos, el padre de Louise, el señor Roswell me dio esa información a cambio de que me dejase colocar una vacuna algo rara, era de un color azul con morado neón por lo que tuve mis dudas, sin embargo, era el señor Roswell, mi pediatra desde siempre, no podía desconfiar de él.

Me dolió el brazo los primeros 3 días, pero no podía decirles a mis padres o a David, eso fue algo que el señor Roswell dejo muy en claro al aplicármela, pero no importaba...

Pues, aun con mentiras y complicaciones, yo era muy feliz.

Pero nada fue lo mismo una vez que cambiamos de escuela, en la antigua había ocurrido un accidente eléctrico, todo se había incendiado, los daños fueron irreparables por lo que cerró y nos transfirieron a una cercana.

Todo iba bien, yo me estaba apartando de todos como siempre, a pesar de ser la nueva me esforcé por no llamar mucho la atención, no fui la única de mi curso en transferirse allí, por lo que fue sencillo, sin embargo, David fue diferente, él fue el único de su curso en transferirse allí, por ende, el único foco de atención.

Poco a poco se fue alejando de mí, siempre regresábamos juntos, pero la mayor parte del tiempo volvíamos con alguien más y me dejaba de lado hasta que éste se fuese.

Hablábamos menos, reíamos menos, jugábamos menos, sin embargo...

Aunque fuese poco, aunque ni en casa estábamos del todo unidos, yo era un poco feliz.

Aún tenía a mis padres, a Louise y, aunque un poco ausente, a mi querido hermano, hasta esa maldita noche.

Era el cumpleaños de Louise, yo estaba comiendo un poco de pastel de durazno, recuerdo que me encantaba la textura suave pero crujiente de los trocitos en la parte superior y como, sobre ellos, pude divisar una pelea entre mi madre y la de Louise.

Aquel pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora