Boleto a la infamia

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Asmodeus de la lujuria, David Dunoir. Rango: Pecado.

Calendario: Año 2010, Mes 8, Día 29.

 Alguna parte del lecho marino. Reino Unido.


¿Cómo ha de sentirse la inocencia en un corazón perturbado? ¿repulsión a la ignorancia o deleite por la paz? No existe diferencia alguna, al final, la flor es ignorante de la ausencia de un vacío al caer al lago.

- ¿Preparado? – Aries lentamente acercó su rostro a mí, colocó su mano izquierda contra mi pierna mientras sus dedos se deslizaban lentamente por mi pecho hasta mi cintura y, suavemente, me susurró – al principio será rápido y dará algo de miedo, pero después de un rato te acostumbrarás y lo disfrutarás.

Luego de abrocharme el cinturón de seguridad del avión, Aries se sentó y se colocó el suyo en el asiento a mi lado mientras leía un libro con una portada algo erótica.

Luego de la conversación de hacía ya unos dos días, descansé en una habitación que me prepararon, Aries me estuvo enseñando las instalaciones en este tiempo, mostrándome cosas muy parecidas a las de "El dorado", centros de investigación de menor calidad que los de la isla, laboratorios para experimentos, dormitorios, cafeterías y muchas, pero muchas máquinas expendedoras de yogur helado, además, claro, del hangar.

Allí nos encontramos con Cáncer, el piloto de antes, el cual nos ofreció darnos una vuelta en el avión privado de uso ejecutivo y no en la cárcel voladora, cosa que extrañamente entristeció a Aries.

- ¿Listos? – Cáncer habló por el intercomunicador de la cabina – pronto despegaremos, oh, es tu primera vez David ¿cierto?, te explicaré...

- Eso no será necesario – Aries rompió el intercomunicador con su puño, dejando varios trozos de plástico, metal y vidrio clavados en su sangrante mano; ella solo habló con tranquilidad – si hablas más de la cuenta solo lo pondrás nervioso, mejor le explico mientras ocurre ¿no crees David?

Algo nervioso por la tranquila declaración de una masoquista en potencia, cooperé, pues el intercomunicador estaba dañado y, a diferencia de la cárcel voladora, ésa si tenía cinturón de seguridad.

Al principio todo fue bien, un pequeño movimiento mientras el avión tomaba altura, lo rutinario, sin embargo, había que recordar que estábamos en un lugar bajo tierra, eso hacía más que impensable el uso de un avión, aquello no me molestó hasta que sentí tanta presión en mi cuerpo como para romper mis huesos.

- Comencemos – Aries abrió un libro con un avión en la portada - el espacio por el que entran y salen vehículos aéreos de esta base apenas permite un espacio de 12 metros de radio, con una curva que apenas roza el doble, todo para concluir en una subida rectilínea vertical de 1600 metros de altura custodiada por torretas antiaéreas, ciertamente, el intentar realizar una maniobra tan precisa es un suicidio para un piloto cualquiera.

Aries quitó una cubierta de la cabeza del espaldar de un asiento, revelando así una pantalla que mostraba la visión desde la punta del avión, allí se presenciaba nuestro evidente final al final del trayecto, una curva casi cerrada, tal como había dicho Aries, no había manera de elevar el avión sin chocar... o eso creí.

Una pequeña rosquilla que reposaba sobre la abrazadera del asiento de Aries se elevó y giró un poco en el aire.

El avión debió de haber girado más de 720° en un momento tan pequeño y preciso como para que las alas del avión rozasen las telarañas en los muros y siguiese girando, permitiendo así que la fuerza se dispersase por todo el avión, apenas dejando un margen de error de medio metro o menos para subir.

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