Terminar, superar, avanzar... volverse a enamorar. Ese era el lema de cualquiera que conocía a Alexandra Kingsley; una chica apática al amor y/o cualquiera que sea su denominación en el mundo de los humanos.
Sin embargo, todo da un giro de 180° cuan...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Morgan y yo habíamos sido amigos desde la secundaria. Éramos inseparables. Incluso decían que parecíamos novios porque siempre estábamos juntos, nos hacíamos reír y en ciertas ocasiones nos gustaba combinar nuestra ropa. Es cierto que soy un poco agresiva cuando se trata de mis amistades, y con él no había excepción a eso.
Todos me empezaron a meter en la cabeza que le gustaba a Morgan, y que por eso no se quejaba por como lo llegaba a tratar, sin embargo no les hice caso, y eso fue porque conocía a mi mejor amigo, y sabía que le gustaba una chica diferente todos los días. No arruinaría nuestra amistad sólo por su capricho de un día.
Jamás comprendí que en esos momentos estaba cavando mi propia tumba. Resultó que en verdad le gustaba a Morgan, y demasiado. Estuvo toda la secundaria y la preparatoria enamorado de mí, y cuando por fin me lo dijo... lo friendzoneé. A mí no me gustaba él. Ya me había acostumbrado a verlo solo como amigo, es más, como el hermano mayor que nunca tuve.
Pero como siempre pasa, y más en esta vida tan dramática que tengo, en universidad sucedió lo que no tenía que suceder. Me di cuenta que todo este tiempo el chico indicado estaba justo a mi lado, y yo, despreciándolo.
Mi karma llegó, y con quien jamás imaginé. Bueno, quizás si me lo imaginé, ¡pero no que dolería tanto!
—Entonces ¿ya no le hablas a tu mejor amigo?
Esa simple pregunta me cayó como un balde de agua helada. Los recuerdos no dudaron en hacerse presentes. Todas esas veces en las que nos fuimos a las plazas, o, a las maquinitas a jugar, también las veces que hacíamos nuestros maratones de series y películas de Marvel o Harry Potter, caminando sin rumbo alguno, quedándonos viendo fijamente esperando que uno de los dos soltara en carcajadas...
—No, ya no —contesté, sonando lo más convincente posible. Le sonreí a Jazz, tratando de fingir que no me afectaba en nada hablar sobre eso.
La verdad era que si me importaba, y demasiado. No tanto por el hecho de que me hubiera friendzoneado después de que lo friendoznee por seis años... Está bien, si era por eso, pero también porque ya no hablábamos.