El trayecto en taxi está siendo un auténtico infierno, a pesar de tener a Carol entre nosotros, soy plenamente consciente de la escasa distancia que me separa del cuerpo de Ibaya. De cada una de sus inspiraciones. De cada sonrisa. De cada mirada. Y estar encerrado aquí oliendo su perfume a cítricos no ayuda en absoluto a sacarla de mi mente.
El coche estaciona frente a un edificio de pisos que está en primera línea de playa.
- Supongo que aquí me quedo yo. - Dice Carol con una amplia sonrisa. - Mañana hablamos ¿vale? - Pregunta a Iby y esta asiente con una sonrisa un poco tensa.
No estoy muy seguro de que se sienta cómoda estando encerrada conmigo en este habitáculo después de lo que ha sucedido entre nosotros, a pesar de haber aclarado que todo fue un maldito error. Una descuido que no debería de haber sucedido, una equivocación que me muero por volver a cometer.
Me bajo y permito que Carol salga del vehículo.
- Bueno, espero mantenerme informado sobre tu boda.
Ella muestra una espléndida sonrisa antes de contestar.
- Eso seguro. Y espero que la tuya salga bien. - Me limito a forzar una sonrisa como respuesta.
Se agacha para decirle adiós a su amiga con la mano y comienza a andar en dirección al bloque de pisos. Yo permanezco en pie esperando a verla desaparecer dentro de su portal, impidiendo así que el taxista arranque y dejemos a Carol sola en medio de la calle. Desde que atracaron a mi hermana a plena luz del día frente a la puerta de nuestra casa no me quedo tranquilo dejando a una mujer sola en la calle.
En cuanto que la puerta del portal de Carol se cierra yo vuelvo a introducirme en el coche. Le doy al taxista la dirección de mi casa e Ibaya aparta la mirada del cristal de la ventana a tal velocidad que temo que se haya mareado. Me observa con ojos desorbitados, fulminándome con la mirada a la vez que se inclina hacia mí y me habla en lo que sin duda es un intento de susurro, pero que suena bastante más alto de lo que pretendía por su más que evidente nerviosismo.
Me encanta cuando la veo así, tan alterada, tan real. Sin esa fingida pose de mujer controlada. Es perfecta.
- ¿Por qué le has dado tu dirección? Deberías haber dado la mía ¿Piensas dejarme aquí a solas con él? Podría ser un violador, o trabajar en la trata de personas, o ser un violador. - Repite alternando la mirada alterada de la cabeza calva del conductor a mis ojos.
Yo trato de aguantar la risa para contestarle, pero el taxista lo hace por mí con voz afónica y aburrida. Como si estuviese acostumbrado a que lo acusen constantemente de ser un violador o un proxeneta.
- Quédese tranquila señorita, no tengo el más mínimo interés en venderla a la mafia ni en mantener relaciones sexuales con usted. Soy gay, por lo que su virtud seguirá intacta conmigo.
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Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETA
RomancePrimer libro de la serie "bajo la piel". A todos nos gusta pensar que somos buenas personas, que jamás le haremos daño a alguien a quien queremos, que llegado el caso seremos capaces de tomar la decisión acertada. Pero a veces, solo a veces, la tent...