Capítulo 5

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— Venga mujer, dímelo. — Me implora Dimas inclinado hacia delante, traspasándome con la intensidad de su mirada, retándome con su sonrisa de niño malo. Alzando una ceja de forma sugerente como hacía cada vez que quería que le contase algún tórrido secreto en la universidad.

— Qué pesado eres Dimas. — Digo mientras doy otro sorbo a mi cerveza y miro a cualquier sitio menos a sus ojos. A veces tengo la impresión de que puede leerme la mente con ellos y me da pánico lo que pueda averiguar si profundiza un poco en ellos.

— Voy a pensar que es algo mucho peor de lo que es Iby. Y ya sabes que tengo una mente muy ávida. — Se pasa la lengua por el labio para mojárselo y por un segundo me quedo hipnotizada con su gesto.

Me obligo a apartar los ojos de ellos, de esos carnosos y esponjosos labios que me llaman a gritos en silencio y que he imaginado tantísimas veces sobre mí piel. Y fijo la mirada en mi cerveza.

— Iby, te estás sonrojando. ¿Estabas pensando en sexo? — Cuestiona con tono burlón.

Lo miro con los ojos desorbitados y me topo con su mirada entrecerrada y su sonrisa pícara. ¡¿Se ha dado cuenta de cómo me lo como con los ojos?!

Y ahora es cuando realmente me pongo colorada. Y lo sé por la sonora carcajada que sale de los labios de Dimas.

— ¡Dios! Eres insufrible. —Aseguro con voz amortiguada por mis manos. Me he tapado la cara.

— Gracias. — Contesta pagado de sí mismo.

Retiro las manos de mi rostro y lo miro con el ceño fruncido.

— No era un cumplido.

— Lo sé. Pero no me importa. Ahora desembucha. — Dice a la vez que le da un sorbo a su cerveza.

Pongo mis ojos en blanco y decido contestarle. Si algo tiene Dimas es que es terriblemente insistente. Cuando hay algo que quiere saber no hay forma de que te deje en paz hasta que se lo digas.

— Estaba pensando en ti. ¿Contento? — Confieso de mala gana.

La sonrisa socarrona desaparece de sus labios rápidamente. Y la expresión divertida de sus ojos es sustituida por un interés genuino. Dimas apoya nuevamente los codos en la mesa, inclinándose hacia delante y me observa atentamente, como si tratara de descifrar algún puzle complicado que estuviese oculto en mi rostro.

— ¿Qué exactamente? — Inquiere dubitativo.

No entiendo su pregunta, y tengo que carraspear antes de hablar porque la forma en que me mira es tan intensa que si me estuviese desnudando no me sentiría más cohibida.

Por el amor de Dios. ¿Hay algún bombero cerca? Creo que voy a estallar en llamas si este hombre sigue mirándome así.

— ¿Cómo? — Pregunto en apenas un susurro. Pero realmente no puedo hablar más alto. Tengo la boca seca y creo que la persona que está sentada frente a mí es la única que puede aplacar mi sed.

Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora