Capítulo 10 🔞

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- ¿Piensas quedarte ahí esperando? Porque sinceramente me vendría bastante bien un poco de ayuda. - Dice Dimas con el ceño fruncido.

Exhalo lentamente, frustrada mientras me encamino a casa de Dimas como un animal al que llevan al matadero. No quiero entrar en su casa a solas con él, no quiero sentirme ansiosa por su presencia, no quiero...Su mano se cierra en mi muñeca y de un tirón me obliga a terminar de entrar.

- No voy a comerte ni nada parecido. - Asegura a la vez que cierra la puerta tras de mí.

Y yo aguanto la respiración, porque eso es justamente lo que me gustaría que sucediese. Que me comiera de arriba abajo, empezando por el dedo del pie y terminando por el lóbulo de mi oreja, sin dejar un solo centímetro de piel en el trayecto sin lamer. Soy la peor persona del mundo. La peor prima, la peor amiga.

Doy las gracias porque Dimas esté tan concentrado buscando sus llaves que no haya reparado en lo que sus palabras han provocado en mí. Porque creo que estoy más encendida que una antorcha olímpica. Apuesto que tengo rojo hasta el cuero cabelludo. Y mientras trato de tranquilizarme voy observando su hogar.

El salón tiene un enorme sofá de color rojo apoyado sobre una pared, y frente a esta un mueble rústico de madera de roble en el que hay una inmensa televisión de plasma, encima una estantería pegada a la pared con varios libros. No tiene cortinas, solo un estore de color beige. Una mesa pequeña del mismo material que el mueble descansa entre éste y el sofá. A la izquierda una robusta mesa de madera maciza con la pared recubierta de piedra color beige hace las veces de comedor. No tiene sillas, solo taburetes tapizados con la misma tela roja del sillón.

- ¿Quieres dejar de cotillera y ayudarme? - Inquiere Dimas desde el otro lado del pasillo sobresaltándome.

- ¡Si no fueses tan desordenado no tendrías que buscar nada! - Exclamo en respuesta, y escucho su risa de fondo, la que me provoca escalofríos.

- ¡No me negarás que he mejorado bastante en los últimos años! -Vocifera.

Miro alrededor, y es cierto que desde la última vez que entré en su habitación, cuando aún estábamos en la universidad, ha progresado bastante en lo que a orden se refiere.

- ¡Obviamente no demasiado o ya estaríamos en el coche! - Exclamo para picarlo.

Dimas no contesta, lo imagino poniendo los ojos en blanco y yo aguanto una sonrisa. Lo escucho trastear lo que me incita a comenzar a mirar por los cajones en busca de las llaves perdidas.

Algo llama mi atención. Sobre la estantería. Junto a los libros. Una fotografía.

Sin apenas darme cuenta me acerco, y sujeto el retrato entre mis manos. Es Dimas, y posa con Rocío, están sonrientes. Él la abraza desde detrás, están en una playa y mi corazón se resquebraja ante la complicidad que se ve en la fotografía.

Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora