Camino a pasos acelerados en dirección a la cafetería, sintiendo cómo el final de mi trenza me acaricia la espalda. Mis mejores amigas están esperándome. Yure, Carol, Silvia y yo hemos quedado para tomar un café y ponernos al día sobre nuestras vidas. Nos conocemos desde el instituto, y somos algo así como los tres mosqueteros y Dartañan pero en versión femenina.
Antes nos veíamos a diario, ahora cada vez nos cuesta más vernos. Cada una tiene su vida, su trabajo y sus problemas, pero siempre hemos dicho que no seríamos de ese tipo de mujeres que pierde el contacto con sus amigas por estar muy ocupadas. Y hasta el día de hoy así ha sido.
Somos muy diferentes, pero supongo que la diferencia entre nosotras es lo que hace que encajemos tan bien. Nos complementamos.
Carol es pura ternura, siempre está dispuesta a ayudar a quién lo necesite. Es inteligente, independiente y capaz. Yure es alocada, divertida y promiscua. Muy promiscua. Siempre nos hartamos de reír con sus anécdotas con los hombres. Y Silvia es la más responsable y sensata del grupo, es dulce, cariñosa y soñadora. Y tiene un don para hacer bonito todo lo que toca.
Veo en la distancia el pelo lacio y rubio de Carol, la melena rubia acaracolada de Silvia y los bucles negros de Yure, y acelero el paso.
— ¡Perdón! Creí que no llegaba. — Me disculpo cuando estoy a una distancia desde la que pueden oírme sin necesidad de gritar.
Carol es la primera en mirarme, con esos ojos color cielo tan dulces que tiene y se levanta para estrecharme entre sus brazos.
— No te preocupes, no llevamos mucho esperando.
Yo le devuelvo el abrazo. Me acerco a Silvia y veo su rostro demacrado por el cansancio. Unas ojeras nada favorecedoras se han alojado bajo sus ojos azules. Su piel, antes bronceada, ha adquirido un color cetrino a consecuencia de su cautividad. Y su rostro redondeado parece estar más fino de la cuenta.
— ¿Un mal día? — Le pregunto a la vez que le doy un beso en la mejilla.
Silvia resopla.
— Un mal año más bien. — Responde mientras se inclina sobre la mesa y deja caer la cabeza sobre sus manos.
El padre de Silvia tiene Alzheimer. Y desde que su madre murió ella se ha hecho cargo de él. Se mudó a su casa para poder cuidarlo correctamente, e incluso vendió su coche para poder pagarle a la enfermera que cuida de su padre mientras ella trabaja como becaria en un bufete de abogados. Tiene un corazón de oro y una madurez impropia de su edad. Pero supongo que lo que le ha tocado vivir la ha hecho madurar precipitadamente. Entre su trabajo y el cuidado de su padre es muy complicado poder quedar con ella. Y que a pesar de todo siga sacando tiempo para nosotras hace que me entren ganas de estrujarla entre mis brazos.
Silvia se desahoga con nosotras, explicándonos lo agobiada que está con todo el tema de la enfermedad. Nosotras tratamos de distraerla, bromeando y riendo. Yure nos entretiene contándonos anécdotas de sus proezas sexuales con su último ligue mientras los minutos se pasan a la velocidad de viento.
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Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETA
RomancePrimer libro de la serie "bajo la piel". A todos nos gusta pensar que somos buenas personas, que jamás le haremos daño a alguien a quien queremos, que llegado el caso seremos capaces de tomar la decisión acertada. Pero a veces, solo a veces, la tent...