Capítulo 25

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Dimas abre la puerta de nuestra habitación. Me hace un gesto con la mano para que pase yo primero, y me quedo impresionada de lo espaciosa que es. Una gran cama preside el centro de la estancia que está elegantemente decorada en tonos amarillo pastel y gris perla, frente a esta un par de sillones orejeros de los mismos colores hacen las veces de salita. En el cabecero de la cama veo varias imágenes enmarcadas de la ciudad, a cual más hermosa. Pero no es eso lo que llama mi atención. Lo que me deja sin respiración es el enorme ventanal que coge casi toda la pared que hay frente a la cama y que da paso a una increíble terraza con vistas al emblema de la ciudad.

No me lo puedo creer. ¡No me lo puedo creer! ¡Estoy en París!

Dejo mi maleta abandonada en medio de la habitación y salgo corriendo a la terraza con los vellos de punta y las lágrimas saltadas. La Torre Eiffel me saluda gloriosa desde el final de la avenida. No está iluminada porque aún es temprano, pero aun así, las vistas son espectaculares.

— Es preciosa. — Declaro mientras que el frío viento de noviembre azota mi cabello salvajemente.

Dimas me rodea por la cintura desde detrás y apoya su cabeza en mi hombro.

—Tú lo eres más.

Ladeo la cabeza para mirarlo y le doy un beso en el único sitio que tengo a mano. Su perfecta nariz.

— ¿Habías estado aquí antes?

— Vine hace muchos años con mis padres, pero siempre he querido volver. ¿Qué quieres hacer? ¿Vamos a comer algo, paseamos o nos metemos en la cama? — Pregunta al tiempo que comienza a morderme y besarme el cuello.

Yo tardo unos segundos en reaccionar, porque poder pensar cuando los labios de Dimas están en contacto con mi piel es extremadamente difícil.

— ¿Puedo darme una ducha rápida? Te juro que no tardo.

Dimas deja de besarme, me muestra esa sonrisa suya que tanto adoro mientras que me mira por debajo de sus pestañas.

— ¿Puedo ducharme contigo? — Pregunta antes de morderse el labio.

— No. — Contesto de forma tajante mientras me libero de su abrazo. — Estoy deseando pasear por la ciudad. Y si te metes conmigo no salimos de la habitación. Y no hemos estado cinco horas de vuelo para ver París a través de una ventana.

Él suspira.

— De acuerdo. Date prisa. — Contesta frustrado mientras se acerca a la cama y se deja caer en ella.

Salgo disparada. Me ducho a la velocidad del viento y en menos de media hora estamos saliendo de nuevo por las puertas del hotel.

Hace un frío impresionante. Pero a mí no me importa. Estoy en una ciudad de ensueño, con el hombre con el que llevo soñando toda la vida y al que por fin se me está permitido tocar.

Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora