Apago el ordenador completamente agotado, giro mi asiento para disfrutar de las vistas nocturnas de la ciudad y me reclino en mi asiento a estirar las piernas. Flexiono los brazos, pongo mis manos en la nuca y recuesto mi cabeza. Las luces parpadeantes de los vehículos y la iluminación de las ventanas que veo en la distancia me proporcionan cierto grado de tranquilidad. Siempre que lo hago, que me deleito mirando las cálidas luces a través de las ventanas, fantaseo pensando cómo serán las vidas de las personas que habitan en cada una de ellas. ¿Tendrán el mismo tipo de preocupaciones que yo? ¿O serán esas familias idílicas que vemos en las películas?Mi teléfono móvil suena con el tono de mensaje, sacándome abruptamente de mi ensoñación. Estiro el brazo de mala gana, y cuando sujeto el aparato veo que es mi prometida.
Rocío.
Hola cariño ¿Dónde estás?
Yo
Aún estoy en la oficina. He tenido un día de locos.
Rocío
¿Cuándo nos vemos? Te echo de menos.
Yo
Hoy imposible. Estoy agotado. ¿Mañana?
Aguardo unos segundos esperando su contestación. Pero Rocío no responde y yo abandono el teléfono sobre la mesa de cristal. Se habrá enfadado. Mi prometida no sabe aceptar un "no" por respuesta, y cada vez que lo obtiene se enfurece como un crío al que sus padres no le compran su último capricho.
Vuelvo a relajarme en mi asiento. Contemplando las vistas. Estoy completamente entumecido, pero estando aquí enterrado en papeleo y concentrado en mi trabajo es de la única forma que no me ahogo pensando en la situación en la que me encuentro. Ibaya vuelve a aparecer en mi mente, y una vez más visualizo la conversación que debo tener con mi padre. Imaginando sus posibles reacciones y todos mis argumentos.
No sé el tiempo que llevo aquí. Pero debe ser bastante. En la oficina no queda nadie salvo yo, o eso creo, porque es realmente tarde y hace un par de horas que la jornada terminó para la mayoría de los mortales. Por ese motivo me sobresalto cuando la puerta de mi oficina se abre de par en par.
Me giro en mi asiento de forma precipitada y me topo con la imagen de Rocío apoyada en el quicio de la puerta, con el pelo suelto de forma salvaje y con un abrigo de paño de color blanco. Tardo unos segundos en reaccionar y probablemente no sea de la forma que debería. Pero es que realmente lo último que necesito en este momento es estar con ella.
— Rocío ¿Qué haces aquí? — Cuestiono con tono de disgusto mal disimulado.
Ella no contesta, ni tampoco parece importarle mi más que evidente mosqueo. Da dos pasos, se adentra en mi oficina y con una sonrisa traviesa se despoja de su abrigo, dejándolo caer lentamente por sus brazos hasta que la prenda cae desmadejada en el suelo. Mis ojos siguen la trayectoria descendente de la prenda, y cuando alzo la vista me topo con que Rocío ha quedado en ropa interior delante de mí. Lleva un corpiño terriblemente sexi de encaje de color negro, unas medias a mitad de pierna con ligueros y unas bragas que dejan poco a la imaginación.
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Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETA
RomancePrimer libro de la serie "bajo la piel". A todos nos gusta pensar que somos buenas personas, que jamás le haremos daño a alguien a quien queremos, que llegado el caso seremos capaces de tomar la decisión acertada. Pero a veces, solo a veces, la tent...