Capítulo 8

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Miro a Carol horrorizada. Incapaz de darme la vuelta. Pero entonces siento un brazo que me rodea la cintura, un pecho fibroso que se pega a mi espalda, la respiración de Dimas sobre mi cuello y su profunda voz hablarme al oído. Y me veo obligada a cerrar los ojos perdiéndome en los escalofríos que su presencia, su tacto y su voz me provocan.

— Tenemos que hablar. — Me dice al oído.

Yo me muerdo los labios mientras siento su aliento chocar contra mi piel.

Me obligo a girarme, apartándome de su tacto, y cuando mis ojos hacen contacto con la noche de sus ojos, mi cuerpo tiembla. Vamos Ibaya tu puedes. Mis pies no quieren moverse, pero los fuerzo a hacerlo para acercarme a él para hablarle al oído de la misma forma en que él ha hecho conmigo. Cuando lo hago, me fuerzo a ignorar el hecho de que nuestros pechos quedan separados por diez centímetros. El olor a su perfume me golpea, aturdiendo mis sentidos, y mi pulso se acelera. Me siento tentada de pasear mi lengua por su cuello, para saborear las pequeñas gotas de sudor que reptan por esa zona de su piel. Y cuando me doy cuenta de por dónde están derivando mis pensamientos me obligo a pensar en gatitos.

— ¡No hay nada que hablar! — Vocifero.

Apartarme de él es lo más arduo que he hecho en mi vida, pero Misifu y sus amigos me ayudan a conseguirlo. Lo malo es que Dimas parece tener otros planes, y me sujeta por el brazo, mandando corrientes eléctricas a todas y cada una de las terminaciones nerviosas de mi cuerpo.

— ¡Pues yo creo que sí! — Discrepa.

Se aparta ligeramente de mí para atravesarme con sus ojos oscuros, mirándome con gran intensidad, y a tan escasa distancia que nuestras narices casi se rozan. Su mano aún sigue en contacto con mi piel, mis ojos se desvían hacia sus labios, trago saliva y me obligo a mirarlo nuevamente a los ojos, los cuales están devorándome y diciéndome sin palabras que no piensa dejarlo pasar.

— ¡¿Podemos dejarlo para otro momento?! — Pregunto a la vez que le imploro con la mirada. Estoy a punto de sufrir un colapso nervioso.

Dimas aprieta la mandíbula, parece reticente a posponer la conversación, pero finalmente su mirada se pasea por las personas que esperan tras de mí, Yure y Carol, y parece entender el motivo por el que no quiero ni puedo hablar en este momento. Sus ojos impactan con los míos de nuevo haciendo que mi carótida palpite de forma alarmante.

Vuelve a acercarse a mi oído, y sentir de nuevo su aliento en mi cuello me hace reprimir un estremecimiento. Esta cercanía está siendo devastadora para mí. Me está desquiciando.

— ¡En otro momento! ¡Pero no otro día! — Asegura.

Vuelve a mirarme unos segundos fijamente, antes de apartar su mano de mi brazo. Y cuando lo hace, deliberadamente lento, siento el tacto de sus dedos acariciar levemente mi piel, erizando cada vello de mi cuerpo en el proceso, acelerando mis latidos, descompasando mi respiración.

Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora