Capítulo 11

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Un sonido estridente se cuela por el velo que nubla mi mente

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Un sonido estridente se cuela por el velo que nubla mi mente. Mis párpados se abren con lentitud. El sol entra a raudales por la ventana, dejándome cegada por unos segundos. ¿Qué hora es? Miro alrededor, sin reconocer el dormitorio en el que estoy dormida. ¿Dónde estoy? El insoportable sonido vuelve a oírse en la lejanía. Un cuerpo se mueve lentamente cerca de mí, y entonces me doy cuenta de que esa persona me tiene sujeta por la cintura. Miro por encima de mi hombro y veo a Dimas que permanece dormido sin retirar el brazo que rodea mi cuerpo. Entonces recuerdo lo que sucedió anoche, y las horas que permanecimos hablando hasta que el amanecer nos sorprendió y caímos rendidos en su cama. Siento un dulce beso cerca de la nuca que me hace estremecer. Y sonrío levemente.

De repente la voz de Rocío retumba en el dormitorio provocando que mi corazón se sobresalte y que tanto Dimas como yo nos sentemos erguidos en la cama.

— ¡¿Dimas?!¡¿Cariño?!

Miro alrededor alarmada, tapándome con las sábanas el cuerpo que aún permanece vestido, porque en ningún momento me desnudé. Pero me siento exactamente igual que si estuviese sin ropa, y busco un sitio donde esconderme, ¿bajo la cama? ¿Dentro del armario? ¿O será mejor saltar por la ventana?

Mi mente va a mil por hora. ¿Cómo voy a justificar haber pasado la noche a solas con Dimas? Puedo decirle que venía borracha y que él me permitió dormir en su casa. ¿Pero cómo le explico porqué estoy en su cama? Rocío va a matarme y yo no voy a oponer resistencia porque en este momento quiero morir.

— ¿Dónde coño estás? Llevo llamándote toda la mañana.

Hasta que no escucho esa frase no entiendo que mi prima no está en el piso y que está dejando un mensaje en el contestador. Dimas parece llegar a la misma conclusión que yo, porque flexiona las piernas, apoya los codos en las rodillas y se pasa las manos por el pelo aliviado mientras exhala lentamente. Yo suelto una gran cantidad de aire por la boca, la misma que sin darme cuenta estaba reteniendo y apoyo la cabeza en el hombro de Dimas aliviada.

— Estoy viendo el coche y la moto, y sé que estás en casa. ¿Por qué no me abres?

Dimas me mira alarmado y distingo en sus ojos un reflejo del horror que estoy sintiendo en este momento.

¡Está abajo! ¡Puede subir y verme! Jamás he sido una buena mentirosa y no voy a ser capaz de argumentar nada coherente que explique esta situación.

Nos levantamos de la cama como dos histéricos a los que persigue una jauría de lobos, y mientras Dimas abre el armario para coger ropa limpia yo corro al salón para recoger mis cosas.

— ¡Dimas! ¡¿Has olvidado que hoy habíamos quedado para almorzar con mis padres?! ¡¿Pero dónde coño estás?!

— Mierda. — Escucho la voz de Dimas que protesta en la distancia, al tiempo que un grifo se abre en el baño.

Bajo la piel de Ibaya © (+18) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora