Capítulo 11.

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Helga, la esposa de Floki, se veía atónita por la situación, les veía a ambos con el ceño fruncido y la boca semi abierta.

-¿Qué haces por éstos lados, Helga? -Preguntó el alfa poniéndose a la defensiva, sin querer dar explicaciones algunas.-

Athelstan se alejó del caliente cuerpo del alfa y con sus mejillas coloradas veía a la muchacha, la cual por fracciones de segundo le miró sin expresión en su rostro.

-Floki me ha enviado a tu encuentro, dice que necesitará más hombres para ayudarle a mejorar los barcos -Habló sin ninguna formalidad, ella era buena amiga de Ragnar y no lo veía como su conde, sino como su casi hermano.-

-Le conseguiré buenos hombres para la tarea -La beta asintió, dando un paso hacia atrás para irse.-

-Y Helga -Nombró el conde nuevamente.- Ni una palabra sobre ésto, a nadie, ¿sí? -Ésta asintió nuevamente y se volteó, yéndose rápidamente.-

-¿Acaso no ves lo que sucede? No podemos estar juntos, si seguimos el pueblo tarde o temprano se enterará de ésto -Señaló a ambos.-

-No permitiré que abandones mi hogar, es el único lugar donde estarás a salvo, nadie te protegerá tanto como yo lo hago -Se acercó nuevamente hacia él, tomando sus pequeñas manos.- Y no puedes decidir sobre lo que nos pasa, sé que tú sientes la misma atracción y que tu alma tiembla cada vez que te toco -Murmuró demasiado cerca, inclinándose para estar a la altura de los ojos celestes.-

-Por favor Ragnar, lo único que te pido es que me des un poco de independencia, no puedo vivir junto a tu familia por más que quiera, Auslug no se siente cómoda ante mi presencia y Bjorn aún no me acepta, ¿así es como quieres que viva, rodeado de personas que no quieren verme cerca?

El alfa gruñó lo suficientemente alto para lograr que el menor baje la vista y espere una respuesta.

Él pensó mientras le miraba desde cerca. Repasaba una y otra vez el recorrido de aquellas pecas en su rostro y sus labios rosas, los cuales tenían un excelente gusto.

Quizá Athelstan tenía razón y debía de darle un poco de espacio, ¡pero es que se le hacía tan difícil el tener que separarse de él aunque sea un centímetro!

Luego, a su mente llegó el pensamiento de que, si bien Athelstan permanecía ya hace medio año en sus tierras, no había tenido ni un sólo celo y éstos deberían de llegarle cada dos meses si no se equivocaba.

Sabía, por medio de su esposa, que si los omegas se sentían muy estresados, atrasaban su celo ya que cuando estuvieran preñdos, el estrés no sería bueno para la o las crias.

Relamió sus labios, imaginándose a aquél hombre en celo y todo su cuerpo se estremeció. El olor a excitación se hizo más fuerte y se vio deleitado ante las imágenes que su mente le revelaba, imaginándose a aquél pálido cuerpo saltando sobre su pene una y otra vez sin descanso alguno, pidiendo que lo parta en dos y pasar dos días metidos en una cabaña en el bosque teniendo sexo sin parar.

Sin mucho que recapacitar y movido por sus propios intereses, le concedió la petición al omega, alegando que la casa no sería muy lejana pero se encargaría de que tampoco esté muy cerca para que pueda tener un respiro.

Ya cuando volvió a su casa acompañado del sacerdote, sus esposas le esperaban pacientes al lado de los chicos, los cuales dormían.

Dos semanas después.

Ya hacía tres días desde que Athelstan se había mudado a la pequeña cabaña en el muelle. Estaba justamente en donde le gustaba, cerca de la naturaleza y cerca del pueblo para ir por comida.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora