Capítulo 32.

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No le reconocía. Aquél sujeto que se acercaba cada vez más, siendo perseguido por su tripulación y aquél cercano rubio a su lado, el cual parecía ser su mano derecha, permanecía su mirada en él.

Era totalmente vikingo, eso podía saber al apenas verle. Su cabello desordenado, barba desprolija y tatuajes le delataban, más aún su armadura de cuero.

Se confundió al ver la sonrisa en el rostro del tipo, quien con brazos abiertos demostró que no estaba armado.

Los inmensos barcos parecían haber sido una exageración en comparación a los pocos guerreros que habían bajado de ellos.

-¡Ragnar Lothbrok! -su nombre había sonado en aquél ajeno tono de voz y no se sorprendió, todo el mundo conocía su nombre e historias, no era nada nuevo que un desconocido supiera quién era.- Ecbert -habló ésta vez hacia el rey de Wessex, quien se estaba bajando del caballo.-

-es imprescindible para mí saber la razón de tu llegada a mi reino... -quedó en silencio, esperando que el otro le dijera su nombre.-

-Harald, rey de Noruega -extendió su mano hacia la del mayor de todos, quien la aceptó luego de unos segundos.- oh, y él es mi hermano, Halfdan -palmeó la espalda del rubio de cabello corto, quien sonrió hacia ambos.- verá, el motivo de nuestra presencia es porque... -fue inmediatamente detenido por la mano alzada del sajón, quien negó con su cabeza.-

-todo viajero que llegue aquí sin intenciones de lastimar a mí pueblo merece por lo menos una cena y una habitación disponible para pasar la noche -nuevamente aquél tono cordial que le caracterizaba.-

Los guerreros natales y los extranjeros siguieron al trío de reyes hasta llegar al palacio, donde los vikingos fueron llevados hacia una habitación distinta donde serían atendidos.

Para ese entonces el sol ya se había ocultado y la oscuridad había comenzado a gobernar.

Ragnar lo primero que hizo al poner un pie sobre el reino fue ir en busca de su familia.

Corrió escaleras arriba hasta llegar a la habitación que habían habitado la noche anterior, respirando hondo antes de entrar.

Apenas abrió la puerta sintió un cálido cuerpo rodearle.

O dos.

Miró hacia abajo, encontrándose con sus dos hijos, los cuales le estrechaban fuertemente.

Inhaló con fuerza, devolviéndoles el abrazo.

Cerró sus ojos un momento hasta que sintió otra presencia más.

Athelstan estaba frente a ellos con el rostro sonrojado y sus ojos llorosos, esperando pacientemente con sus piernas temblorosas que sea su turno de abrazar al alfa.

Ragnar sintió su pecho oprimirse al verle en tal estado y con cuidado deshizo el agarre de sus muchachos y llegó hasta su omega.

Colocó su mano detrás del cuello de éste cuando lo tuvo en sus brazos, queriendo hacer una proximidad más intensa, acariciando la espalda del pelinegro lentamente con su mano libre.

No podía pensar siquiera qué hubiera pasado si hubieran llegado enemigos en busca de sangre.

No, no lo podía imaginar.

Sabía bien que él defendería a su manada con todo lo que le fuera posible, pero por más que se le haya atribuido el reconocimiento como del mismísimo descendiente de Odín, no podría contra cientos de guerreros él solo.

Se agachó a la altura del ojiceleste y escondió su nariz en su cuello, buscando el alivio a aquella tensión que había sentido desde la tarde.

Vio a sus dos cachorros dormidos y sonrió un poco, al menos no se habían alterado ya que sería imposible callarles por un buen rato.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora