Capítulo 31.

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Apenas llegaron a Wessex fueron recibidos con las mejores sonrisas y los más grandes abrazos.

Consideraron cada felicitación hacia los bebés y agradecieron los consejos que escuchaban al pasar por el camino que daba hacia el palacio del Rey.

Athelstan era llevado por la firme mano de Ragnar que presionaba sin descanso en su cintura para que no se detuviera a hablar con los cristianos.

No lo entendía del todo ya que si bien hacía frío en Inglaterra, no se comparaba al de Kattegat.

Veía que con su otro brazo sostenía al durmiente Alfred, asegurándose de que no se despertara tras ningún movimiento brusco.

Notaba la curiosidad en la cara de Bjorn, él nunca había estado en Wessex antes, tierra dónde se había criado su hermano.

Siendo así, entendible el rostro lleno de nostalgia de Ivar, el que sonreía hacia los pueblerinos conocidos.

-¡todo sigue igual! -exclamó con entusiasmo el mayor de los Ragnarsson, viendo hacia todos lados cuando pasaron la gran puerta del hogar de Ecbert.-

-eso parece -murmuró Ragnar, sin poder evitar llevar sus ojos hacia las paredes, las cuales conservaban los mismos cuadros de ángeles.-

-¡bienvenidos! -oyeron la masculina voz perteneciente al dueño de todo lo que veían.- me alegra tenerles en mis tierras -su mirada viajó hacia Athelstan, quien intentaba que Ubbe  no se quitara la manta que le cubría.-

-nos pareció importante presentarnos al casamiento de tan gran amigo -Lothbrok fue el primero en contestar, mirando de reojo al pequeño omega entre sus brazos, el cual parecía disfrutar el timbre de su voz entre sueños.-

-es todo lo que pido -su sonrisa no abandonaba su rostro.- por favor pasen, las habitaciones están listas y podrán dejar descansar a los cachorros -les señaló las escaleras.- veo que han traído a los jóvenes guerreros -sacudió el cabello de Ivar cuando éste pasó a su lado, recibiendo una sonrisa a cambio.-

-espero que no sea inconveniente para la lista de invitados -habló el omega, penoso.-

-oh, ni hablar. Mi reino siempre estará de puertas abiertas a su familia  -aseguró.- además, me hacía falta mi compañero de forja -se refirió al castaño, quien cuando habitaba en Wessex junto a su madre, le ayudaba a forjar las herraduras para su caballo cuando debía de cambiarlas.-

-agradecemos la hospitalidad -el sereno tono de Ragnar mostraba su cansancio por los tres días a mar abierto.-

-éstas dos habitaciones son para los niños -señaló dos puertas de madera al final del pasillo.- ésta de aquí para los bebés y la que está en frente la de ustedes -palmeó el hombro del rubio.- descansen, me aseguraré de que suban su equipaje y la cena estará lista en unas horas por si desean comer.

Se despidió y les dejó a solas. Los niños discutieron unos minutos por cuál sería la habitación de cada quién hasta que fueron callados por el gruñido de su padre.

-será mejor que se vayan ahora si no quieren que les haga dormir en el establo -advirtió con dolor de cabeza, ambos obedecieron.-

Se hizo cargo de los mellizos y los llevó a las cunas que tan bien organizadas estaban con mantas calientes.

Les arropó y se quedó unos segundos para asegurarse de que no se despertaran.

Llegó hasta la habitación que compartía con su hombre y le vio acostado en la gran cama que lucía muy cómoda.

No dudó en llegar a su lado y luego de quitarse su ropa con olor a mar, se acostó.

Ninguno bajó a cenar ya que el sueño les abatió a los seis por completo.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora