Epílogo.

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Al principio, el tiempo había transcurrido más lento de lo normal.

Hubieron varios cambios en Kattegat bajo el gobierno de Auslug, quien con nulo conocimiento de liderazgo trató de ingeniárselas por su cuenta, con ayuda de sus relativos.

El exilio de Ragnar había tenido mucho de qué hablar aunque todo el mundo estuvo en el momento en el que la decisión fue tomada.

Los comerciantes platicaban de eso fluidamente al principio, pero para ese entonces ya casi no se mencionaba.

Había sido como una neblina eterna que cubría sus ojos, dejándoles olvidar momentáneamente lo que sucedió en el pasado.

Decir que las cosas siquiera se conservaban como antes sería una mentira.

Todo había cambiado desde entonces, hasta la familia real.

Auslug con la presión no deseada sobre sí, había parecido envejecer más años de los que debería. Ya no era la misma mujer callada que de nada opinaba. Ahora su palabra era la que dictaba lo que sucedía en aquél lugar.

Bjorn ya no era un simple jovencito. Las batallas en las que había participado habían endurecido y marcado su cuerpo con varias cicatrices que llevaría hasta el día de su muerte. Su creciente barba le dejaba un aspecto similar a su progenitor, cosa que había angustiado a su madre más de una vez, sin poder realmente olvidarse de una vez por todas de su ex esposo. La falta del hombre que le había criado toda su vida se veía casi ausente en él, siendo un gran alfa con mirada seria que parecía decir que no le gustaba perder el tiempo en recuerdos del pasado, pero aún estaba persistente y sólo bastaba con tocar el tema para darse cuenta.

Ivar también había crecido, aunque la juventud en su mirada era más notable que en la de su hermano menor. Él hacía tan sólo un tiempo había comenzado a participar en batallas, sintiéndose feliz de poder hacerlo realmente, teniendo oportunidad de ser como su padre. Sin tan sólo pudiera verlo una vez más. Siempre había sido más sentimental que su hermano, había llorado las mismas noches que él al no tener a su figura paterna cerca, pero a diferencia de Bjorn, aún cargaba la tristeza en sus ojos cada vez que tomaba un espada en sus manos y recordaba los entrenamientos con su progenitor.

Lagertha había abandonado el lugar luego del destierro. No se había presentado hasta meses más tardes, dispuesta a ayudar en lo que necesitase la todavía actual mujer del ex rey. Se había hecho cargo de su hijo y le criaba hasta el momento, aunque éste ya estuviera desarrollado y su voz se hubiera profundizado.

Rollo al comienzo se había visto envuelto nuevamente en el alcohol, como lo había hecho tras la muerte de su mujer amada. Creyó que sería lo suficientemente fuerte para tener el corazón para soportar su propia traición, pero se revolcó en miseria los primeros años, hasta que se convenció que había hecho un bien.

Alfred creció como todos los demás.
Al principio, luego de la ida de su padre, no había manera de poder hacerle conciliar el sueño. La necesidad de éste a su lado era más fuerte que él, pero con el paso del tiempo su ausencia se comenzó a normalizar. Había aprendido a caminar a los diez meses de edad y las palabras ya eran una completa parte de él a los dos años. Ahora, con ya seis años ni siquiera recordaba al rubio vikingo, quien había arriesgado tanto por él. Era un pequeño omega un tanto introvertido, el haberse criado prácticamente sólo sin hermanos de su edad le había afectado un poco, y su padre no mencionaba nada sobre su hermano mellizo ya que, el pequeño no lo recordaba en absoluto.

Por último, Athelstan.

Éste quiso verle el lado bueno. Su cometido se había cumplido, finalmente estaría lejos de aquél hombre. El camino hacia aquello le había costado la vida de su propio hijo, lo que le había mortificado el primer par de años hasta tal punto de caer en una fuerte depresión, pero con la ayuda de la familia Lothbrok pudo salir adelante.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora