Capítulo 19.

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Un beso en la frente, llanto y mucho dolor.

No era fácil despedirse de su familia, mucho menos al tener un omega embarazado, ¡claro que no!

En su cargamento tenía unas prendas de su muchacho, las cuales solamente sacaría para cuando sienta que su corazón no soportaría más la distancia.

Él era un vikingo, un hombre rudo, ¡claro que si! Pero cualquier alfa palidecía ante el poder de un omega.

Éstos eran dueños del mundo sin saberlo. Con tan sólo sonreír y decir algunas palabras bonitas ya tenían a todos peleando por atenderles primero.

Quizás exageraba un poco, pero no conocía siquiera a un hombre que no haya caído en los encantos de un o una omega.

El viaje era largo, claro que sí, unos cuatro días a bordo eran los que se necesitaban para llegar a su destino clamando gloria, pero se sentía más extenso si pensaba en su Athelstan.

Tres días antes.

-¡Vamos, sigan con el cargamento! -Gritaba Floki, haciendo uso del poder que le había sido asignado para dirigir a los gerreros.-

Los gritos del hombre se escuchaban desde la cabaña de Athelstan, donde dos corazones se encontraban lo suficientemente cerca en un abrazo.

El pecho de Ragnar vibraba sobre el del menor, quien con su hinchado vientre de cinco meses, aguantaba el peso del alfa sobre su cuerpo.

Los cálidos besos del rubio le venían bien para calmar sus nervios, no había podido dormir en toda la noche pensando en que ese día tendría que comenzar a liderar un pueblo entero.

Al fin había llegado la estación favorita del conde, su amado otoño.

Las hojas teñidas de rojizos colores caían al suelo totalmente secas para luego ser levantadas por el viento, el cual las reboloteaba de un lado a otro sin rumbo alguno.

Que magnífico era aquello, totalmente de su agrado, más teniendo tan peculiar omega.

Era como llegar al Valhalla el poder sentir aún más el olor a hojas secas teniendo a aquél pelinegro entre sus brazos.

Había organizado una junta la noche anterior entre todos los guardias que se quedarían a disposición de la familia y del pueblo, ordenando completa vigilancia hacia la casa y principalmente al omega.

Él sabía que Athelstan no escaparía, pero no podía confiar demasiado en los demás alfas, no al menos cuando su hombre producía tan delicioso olor estando preñado.

Se había empeñado en dejarle su olor impregnado lo más posible y lo consiguió tras tres días de absoluta convivencia entre ambos.

Le había hecho una marca de olor, una que no podría quitarse en al menos unas dos semanas.

Aunque no eran suficientes para él, ya que pensaba estar fuera de Kattegat unas siete máximo.

El encuentro se vio adelantado tras haber llegado a un máximo de habitantes en sus tierras luego de que la Princesa de Mercia llevara a sus hombres dispuestos a luchar.

Tras ver que estaban lo suficientemente entrenados para al menos durar veinte minutos en un enfrentamiento, dio la orden de preparar todo.

Cientos de barcos se contaban en la costa, esperando ser cargados con lo necesario para una supervivencia en tierras extranjeras.

¡Rezaba por todos los dioses el poder llegar hasta París! Ansiaba con total fervor el poder ver aquellos muros de los que tanto le había hablado su omega.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora