Capítulo 37.

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Apenas despertar sintió un leve olor a miel. Frunció el ceño algo confundido. En aquella casa no se solía consumir con mucha frecuencia porque el obtenerla consistía en adentrarse más allá de lo habitual en el bosque.

Aclaró su vista y notó que el techo de aquel lugar no era el que acostumbraba a ver al despertarse.

Miró hacia su izquierda, notando que, efectivamente no estaba en la casa del rey.

Los recuerdos parecieron llegar atropelladamente a su mente en cuestión de segundos y no pudo evitar que su cabeza doliera.

Lo había hecho, finalmente se había atrevido a irse.

No sabía si celebrarse o no ya que, no tenía idea si la victoria que había alcanzado era temporal o definitiva.

Frente a él se hallaba Helga, quien había sido la última persona frente a él antes de perder la consciencia.

La rubia mujer tenía en sus brazos a Alfred, quien, al parecer, disfrutaba ser amamantado por la pagana.

Se sentó lentamente en su lugar, no queriendo empeorar el malestar que, para ese entonces ya se había estancado en su cabeza.

-Oh por todos los Dioses, al fin despiertas, ¿Cómo te encuentras? – La nerviosa voz de la rubia mujer frente a él se dejó oír, haciendo eco en su cabeza. – Mi esposo ha descubierto que estás aquí y ha ido a notificarle al rey, no te preocupes –Intentó calmar, pero logró totalmente lo contrario a su propósito. –

-Debo de irme de aquí ahora mismo –Se levantó con rapidez, logrando que el malestar en su cabeza aumentara. –

-Espera, al menos toma esto –Le quiso alcanzar un cuerno, el cual al parecer contenía té de hierbas y miel. –Te hará bien en tu regreso

-Tú no entiendes –Murmuró con la ansiedad escalando por su cuerpo. – Debo alejarme de Kattegat –El nudo en su garganta no tardó en hacer aparición nuevamente, logrando que su voz saliera aún más frágil en aquellos momentos. – He escapado –Confesó ante el aterrado rostro de la muchacha, la cual no parecía entender la situación. –

- ¿Has huido del rey? –Cuestionó, totalmente consternada ante lo dicho por el omega. –

-Así es –Se apresuró a decir, suspirando cuando a simplemente metros de él pudo divisar a sus bebés durmiendo en la cuna de la futura cría de Helga. – ¿Tienes un caballo que puedas brindarme? –Le miró, rogándole con la mirada. –

-Hay uno en el granero –Habló con un hilo de voz al notar que estaba participando en el escape del omega del mismísimo rey de Kattegat, un viejo amigo suyo. – Floki ha salido hace un rato, no tardará en volver, ha ido a caballo –Informó al ver cómo el hombre frente a él comenzaba a juntar sus pertenencias, las cuales anteriormente estaban sobre la carreta. – ¿Cómo harás con los cachorros? –Con voz temblorosa se atrevió a preguntar, había amamantado a uno de ellos, el omega. Mientras que el alfa se había negado a aceptarle y se conformó con un biberón de leche de vaca. –

- ¿Tienes mantas? Los sujetaré a mi pecho en una envoltura –La mujer corrió hasta su habitación en busca de lo pedido. –

Se movieron con rapidez, intentando tener todo en condiciones para la nueva huida.

Helga se encargó de rellenarle de agua el jarrón de madera que llevaba y colocarle un poco de miel, la cual le ayudaría en la recuperación de energías. También colocó unas frutas dentro de la bolsa de tela que contenía pan y carne.

Athelstan le agradeció por todo lo hecho cuando finalmente estuvo sobre el caballo, con ambos de sus cachorros asegurados a su pecho con la manta que los envolvía a ambos.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora