Capítulo 9.

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Aquella mañana en Wessex permanecía tranquila.

El omega había sido guiado por Ecbert a los alrededores, enseñándole su gran palacio del cual era dueño.

Le enseñó las antiguas escrituras que tenía guardadas en una habitación secreta y le habló sobre las historias de las pinturas que adornaban las paredes.

Athelstan oía todo con fascinación, encantado por el habla del hombre, quien siempre se mantenía en un tono amable y apacible.

Ya en la hora del almuerzo nuevamente se vieron los mismos de la cena, nada más que el pelinegro en vez de sentarse a la par de Ragnar, lo hizo del rey.

Rollo conversaba con su sobrino sobre las batallas que habían ganado a lo largo de su vida junto a Ragnar.

El chico escuchaba atento a las palabras de su queridísimo tío, quien siempre le trataba con cariño cada que le veía.

Ivar se encontraba demasiado emocionado con la idea de mudarse a vivir junto a su padre, él sabía que tenía un hermano y se veía impaciente por poder jugar luchas con él y aprender más de su cultura.

Toda su vida había estado limitando su sangre vikinga en aquél lugar cristiano pero nunca llegó a adorar al tipo que estaba clavado en una cruz, sino que siempre que podía le hacía un sacrificio a los dioses, rogando volver a ver a su padre al cual tanto amaba.

Su madre le había reprochado en incontables ocasiones sus comportamientos salvajes, recordando cómo había sido ser esclava en Kattegat, viendo las acciones de los vikingos reflejadas en su hijo.

Auslug siempre había cuidado mucho de su hijo, era su ser más preciado y repetía una y mil veces que si le llegaba a faltar un día ella moriría de tristeza.

Era una beta demasiado fina, con sangre de realeza, la cual le había sido arrebatada por el conde anterior, despojándola del reino cuando la secuestró.

Era una princesa y ella lo sabía, pero no volvió al reino luego de lo sucedido ya que en su vientre cargaba a su hermoso hijo y sabía que sería discriminada a su temprana edad por estar embarazada, agregándole que era de un granjero.

Ahora, estando allí, no tenía nada de qué avergonzarse al tener un hijo tan fuerte y valiente, heredero de Kattegat.

-Partiremos esta misma noche, en cuatro días será el cumpleaños de mi hijo y ansío darle el arm ring para que pueda acompañarme a las batallas -Habló Ragnar, viendo hacia el único omega en la mesa.-

-Oh claro que sí, el joven Bjorn es un muchacho muy fuerte -Alegó el rey, alzando su copa llena de vino.- Mi regalo te lo daré luego del almuerzo, pensaba viajar a Kattegat para dárselo cuando lo envié a forjar meses atrás pero no contaba con éste pequeño percance -Sonrió bebiendo.-

-No tenías por qué -Dijo Ragnar agradecido.-

-Un escudo de hierro forjado nunca le viene mal a un guerrero -Sonrió para luego posar su mano en el hombro de Athelstan.- ¿Y tú, volverás con los paganos?

Los ojos celestes se abrieron al igual que sus rosados labios, su rostro en sorpresa decía mucho.

-Athelstan se irá con nosotros, lo necesitamos -Respondió el rubio por él, con su mirada severa hacia el omega.-

-Es una lástima -Se apresuró a decir el dueño del palacio.- Espero que puedas venir a visitarme -Le sonrió dulcemente para luego alzar su copa y proponer un brindis.- Por la unión.

-Por la unión -Repitieron los demás, brindando junto al Rey.-

Más tarde se encontraron en la gran piscina que se encontraba dentro del hogar del rey, la cual tenía agua caliente. ¡Ragnar nunca había tomado un baño con agua que no fuera helada!

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora