Catorce

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Ryoken se sentía un tanto nervioso. Muchas personas miraban a la joven pareja con una sonrisa, cuando le dijo hospital, realmente había pensado que sería a un hospital con mucha sangre, algunos materiales de cirugía como las señoras gordas que solían atender con su mala cara y toda la cosa pero en realidad no fue así. Se encontraban en un hospital casi a las afueras de la ciudad. No podría decir que parecía un manicomio, eso no estaría bien dicho, parecía más un lugar donde ayudaban a las personas que fueron secuestradas, torturadas, que se quieren suicidar y muy deprimentes.

Casi eran como esos de la comunidad de Neuróticos Anónimos, sólo que ese lugar era más bonito y las enfermeras no eran gordas ni ancianas al igual que los doctores no tenían cara de pervertidos. Realmente Ryoken podía llegar a sorprenderse por la imaginación que solía tener, tal vez debería dejar de ver aquellas películas de acción y de terror. En ningún momento Yusaku soltó su mano, ambos caminaban por el largo pasillo para llegar a recepción donde una amable señora recibió a Yusaku con una sonrisa.

Buenas tardes.

¡Yusa-chan! —Habló la señora para levantarse y tocar las manos de la misma—. Ya me estaba preocupando, dijiste que llegarías desde hace una hora.

Lo lamentó —Yusaku sonrió apenada para aceptar aquel apretón de manos—. Tuve unos cuantos inconvenientes pero ya estoy aquí.

Me alegra —La enfermera miro a Ryoken y volvió a sonreír—. ¿Él es tu novio? Valla si es demasiado guapo, ahora entiendo porque hablabas de él con una tonta sonrisa.

Bueno —Yusaku se sonrojo, estaba avergonzada.

Mucho gusto —Ryoken sonrió—. Me alegra que Yusa-chan hablará bien de mi, gracias por cuidarla.

Y caballeroso —La señora soltó una risita—. No tiene de que agradecer, es una chica linda e inteligente, adelante Yusa-chan, el doctor te espera en el consultorio.

Gracias —Yusaku volvió a sonrojarse.

La enfermera les dio dos identificaciones como visitantes. Caminaron por un largo pasillo hasta llegar al elevador. Se volvieron a tomar de las manos al notar el nerviosismo de Yusaku. En ese momento se dio cuenta que le tenía un tanto miedo a los elevadores o a los lugares cerrados. Ya que cuando este empezo a subir, ella le apreto más la mano.

¿Le tienes miedo a los elevadores?

A los lugares pequeños y cerrados, me mantuvieron en un lugar así por unos meses.

Ryoken sonrió. Tomó el rostro de Yusaku de la barbilla y le dio un beso en los labios. Al separarse se dio cuenta del dulce sonrojo como que ella no desviara su mirada de sus labios. La había distraído de aquel miedo y ahora sólo se concentraba observando sus labios, no evitó volver a besarla. Cada día descubría más cosas de ella, pequeñas o grandes, eran cosas importantes para Ryoken.

¿Porque Yusa-chan? —Preguntó curioso.

Sabes que no me gusta mi nombre porque es de hombre, así que muchos me dicen Yu como me conociste y algunos Yusa como algunas enfermeras y doctores de este lugar, es mejor que mi nombre.

Tal vez así empiece a llamarte Yusa-chan.

No te atrevas —Inflo sus mejillas—. O te pondré un apodo más vergonzoso.

Hazlo —La reto—. Sería algo lindo.

La puerta se abrió en el piso indicado y fue Ryoken quien jaló a Yusaku para que saliera del elevador. Sintió como ella dejaba de apretarle la mano y respiraba tranquilamente. Caminaron hasta al final donde había un gran balcón, en una puerta antes se encontraba el consultorio con la placa del doctor que atendía a Yusaku. Iba apretar el botón indicando que había alguien más esperando cuando vio como la puerta se abría y mostraba a un adulto joven con bata blanca, cabellos negros y ojos del mismo color.

Sin llegar a creerloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora