Veintiuno

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Cuando Ryoken despertó, fue porque algo le hacía falta a su lado. Al abrir sus ojos se dio cuenta que esa no era su habitación, no era su cama y mucho menos lo que abrazaba era su almohada. Se movió un poco para darse cuenta que estaba en la habitación de Yusaku, que estaba dormido en la cama de la misma y lo que estaba abrazando era la almohada de esta. No había dormido tan bien que realmente tenía flojera para levantarse. Sonrió. Miro la hora en el pequeño despertador y se dio cuenta de lo tarde que era. Era muy obvio por el aroma que salía de la cocina, que Yusaku no había ido a clases ese día, aunque era parte su culpa, sabía que la chica podía adelantar los trabajos que le dejaron en clases. Soltó una risita antes de recordar lo bien que se lo habían pasado esa madrugada.

Se daban pequeños besos, sin llegar a segundas intenciones, se decían cuanto se querían, soltaban pequeñas risitas y se la pasaban hablando. Miraron un anime en la pantalla antes de darse cuenta que tarde ya era. Se habían acabado el té como los bocadillos. Una vez que el cabello de Yusaku estaba seco, apagaron todo y se acostaron en la cama. Aunque era una cama para una persona, los dos tenían buen espacio ahí. Se miraban y sonreían, enlazaban sus manos y volvían a besarse, era como un sueño. Fue Yusaku quien atrajo a Ryoken y le permitió acurrucarse en su pecho. Sonrojado aceptó. La abrazo por la cintura mientras la chica acariciaba su espalda y volvía a cantarle aquella nana que le cantó cuando habían estado solos en la piscina. Era tan tranquilizador escucharla.

Inmediatamente se había quedado dormido entre los brazos de Yusaku, era su perdición aquella hermosa chiquilla de ojos color esmeralda y deliciosos labios. Sonrió. Perezoso se estiro y se levantó de la cama. Era hora de seguir el delicioso aroma, su estómago empezaba a rugir por aquel glorioso alimento que de seguro estaba preparando.

Yusaku saltó un poco cuando sintió a Ryoken abrazarle por la espalda y besarle la mejilla. Sonrió cuando lo vio con el cabello desordenado y aún adormilado, incluso podía jurar que tenía marcado en el rostro las líneas de la almohada. Hasta ese punto, el chico no dejaba de verse adorable y apuesto. No sabía que hacía Ryoken para verse de esa manera. Suspiró un poco antes de darse el beso de los buenos días.

Ya casi esta el desayuno —Habló Yusaku para volver a ver el sartén donde se doraban algunos champiñones y espinacas.

Ryoken sólo asintió. Siguió abrazando a Yusaku observando que era lo que la chica hacía, de vez en cuando besaba el cuello y mordia un poco la oreja de la chica, provocando así que está suspirara un poco. Sonrió, al verla como esta se tensaba un poco cuando empezaba acariciar sus piernas desnudas y como con su boca empezaba a besar haciendo un recorrido de su cuello a su hombro.

Aunque realmente me gustaría desayunar otra cosa —Escuchó a Yusaku gemir bajito cuando mordió un poco su hombro. Sonrió cuando vio las mejillas de la chica totalmente rojas—. Pero tengo tanta hambre que esperaré para el postre hasta el final —Y fue ahí cuando sólo la siguió abrazando.

Eres un idiota Ryoken —Inflo sus mejillas se había aprovechado de que ella no podia hacerle nada, se contuvo de golpearle con la sartén—. Idiota —Repetía aquella palabra molesta.

Pero se que amas a este idiota —Se burló.

No presumas.

Soltó una risita cuando la vio aún con las mejillas infladas, ese adorable sonrojo en su rostro y parte de sus orejas rojas. La soltó y empezó ayudar a poner la mesa. Una vez que todo estaba puesto en mesa, empezaron a comer. Ryoken le pregunto del porque ella había abierto la puerta en la noche si para eso tenía a Roboppy, esta le dijo que tuvo que arreglar a la misma porque algo le había pasado y la había dejado cargando la batería desde la noche.

Sin llegar a creerloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora