Diecinueve

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Todos en la escuela de Den City estaban seguros de algo, que Fujiki Yusaku, la chica inteligente, callada y un tanto misteriosa del salón, daba más miedo con una sonrisa en su rostro que cuando tenía su usual cara irritada y molesta, aunque, siendo sinceros, la chica era hermosa pero no tenía la culpa de que su personalidad fuera un tanto diferente a como todos piensan y que no pudiera cambiar su cara ya que así había nacido con ella.

No podía olvidar su fin de semana con Ryoken, había sido hermoso y especial, con muchos besos y caricias. Después de que terminarán su asunto en la cama llena de arrumacos y volver hacer aquello, habían desayunado lo que había llevado al cuarto y compartieron un tranquilo baño en la tina, claro, con el dolor en sus caderas, fue toda una gran diversión cuando la cargo al baño alegando que no lo hiciera porque de seguro iba a pesar mucho pero para Ryoken había sido muy fácil ya que la chica era ligera. Se reían de algunas cosas y se besaban sin querer llegar a segundos propósitos, era un momento íntimo y tierno, ahora que habían descubierto como tocarse y amarse, no todo iba significar que en cualquier momento que se encontrarán solos tendrían sexo, platicaban sobre muchas cosas ahora que habían llegado a esa confianza ¿O era hacer el amor? Bueno, creo que era hacer el amor por todas aquellas demostraciones pero sabía que aquellos momentos eran muy significativos.

Daba igual la pequeña punzada que sentía en sus caderas y que provocaba que no pudiera sentarse bien que digamos pero era muy notorio que disfrutó de todo momento con Ryoken. No podía evitar sonreír, tocar un poco sus caderas y volver a pensar en aquellos lindos momentos. Estaba tan perdida en sus pensamientos que había veces en las que le tenían que llamar la atención y Shima había estado llamándole por querer un poco de su atención.

Claro, el gordito aún tenía miedo de lo que le pudiera ocurrir en Link Vrains y alegando que Playmaker y él son mejores amigos. Ya quisiera, sólo disimulaba prestarle atención, porque realmente estaba metida en su mente. Sin duda, aquel pensamiento de alejarse de Link Vrains después de que aquellos asuntos se terminen al fin, no sonaba mal.

¡Oye Yu!

Tuvo que regresar a la tierra cuando escucho que Kusanagi le hablaba para que entregará un pedido. Tuvo que disculparse y mirar amenazadora mente a Ryoken, quien no pudo evitar soltar una carcajada al ver que casi se caía de cara cuando le llamo Kusanagi. Sus mejillas se pintaron de rojo y sólo tomó el pedido para caminar a una de las bancas.

Ryoken suspiró, esta vez no era con pesadez o incertidumbre, era algo más cálido y tranquilo. Ver a la chica de sus sueños prácticamente distraída, era lindo. No pudo evitar sonreír, sabía que la chica estaba distraída por lo sucedido ese fin de semana y siendo sinceros, el tampoco podía olvidarlo, había sido muy significativo esos momentos y la manera en que ambos se entregaron que realmente estaba seguro que amaba a esa chica distraída. Incluso empezaba a olvidar todo tipo de terrorismo cibernético. Volteó a su laptop, mientras Yusaku trabajaba, el se encargaba de terminar aquel programa, era lo último que harían, claro, disimulaba que estaba estudiando cuando Yusaku se acercaba. Empezó a teclear unas cosas hasta que escuchó a Yusaku gritar.

Alzó la mirada para ver que se había quemado la mano con el café y el pedido estaba en el piso. Se sorprendió como esta tocaba su cabeza en lugar de su mano. Con rapidez se levantó y fue por ella, se le notaba un poco confundida y sólo se había quedado quieta, pareciera como si estuviera entrando en algún trance, la chica reaccionó cuando tocó su hombro.

¿Estás bien? —Preguntó preocupado.

Si, creo —Dijo confundida— No lo se.

Se disculpó ante el cliente, aunque este le pidió que no se disculpara y que mejor se cuidará la quemada. Tuvo que adelantar su descanso para ir con Ryoken para que le diera los primeros auxilios, Kusanagi le había prestado una toalla fría y dispuesto a preparar otra comida. Ryoken cerró su computadora y se dedicó atender a Yusaku, quien sólo tenía la mirada agachada. Ambos agradecian que Kusanagi tuviera un botiquín con pomada para quemaduras, un silencio de forma mientras le aplicaba la pomada y sacaba un venda.

Sin llegar a creerloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora