Simplemente Quiero Huir...

Las Ruinas

Después de la quedada con Gaius en la taberna, Chrom volvió al palacio. Fue a hablar con Frederick, que se encontraba en el patio de entrenamiento con los nuevos reclutas terminando los ejercicios del dia.

— Veo que sigues siendo tan severo cómo siempre.

— Mi señor. —saludó con una leve reverencia con la cabeza— Así es cómo debe ser, la paz suele esfumar-se muy rápido y siempre debemos tener buenos soldados para tener la menor cantidad de bajas posible. —volvió la vista al frente—

— Oye Frederick... ¿Crees que podría tomar-me unos días libres? 

— Mi señor yo...

— Ya lo sé, sé que soy el rey y debo permanecer en mi sitio... Pero dime con franqueza que rey no deja de vez en cuando que un secretario dirija mientras se toma unas vacaciones. La mayoría de los que vienen a las fiestas ni siquiera creo que se preocupen por su pueblo.

— Mi señor, no puede decir estas cosas...

— Pero sabes que es verdad... Sólo te pido que me dejes ir una semana, necesito un respiro. Esta vida no ha sido nunca para mi y lo sabes. He estado encerrado cumpliendo con mi deber para hacerte el favor. Dame un premio por ello...

— ... —dejo ir un suspiró— Esta bien mi señor. Me ocuparé de todo mientras os encontráis ausente junto a la señorita Lissa.

— Gracias Frederick. —sonrió el príncipe y se dirigió hacia su alcoba—.

Cuando Chrom entró por la puerta oyó la risa de la pequeña Lucina que venía des de la cuna. Al levantar la cabeza encontró a Linfan y la Lucina mayor jugando con ella. Sonrió levemente.

— Buenas padre, ¿cómo te encuentras? —afirmó la Lucina mayor sonriendo—

— Un poco cansado, pero nada preocupante. ¿Y vosotros? ¿Cómo os encontráis? 

— Íbamos a la bilbioteca a por unos libros para la clase de mañana de Lady Miriel y hemos oído a Lucina llorar. Así que hemos entrado a hacer-le un poco de compañía, hasta que viniera la niñera. —explicó Linfan— Pero ahora que ya estáis vos iremos a por el libro.

Los dos salieron por la puerta rápidamente, antes de que Chrom pudiera detener-les o decir-le algo. Parecían tener prisa. Chrom por su parte se acercó a la cuna y cogió en brazos a la pequeña, la acuno levemente entre sus brazos. La pequeña levantó sus manos y acarició la cara del mayor con sus dedos, parecía intentar animar-le, cómo si supiera que estaba triste. Chrom sonrió, dejó a la pequeña en la cama y después se cambió de ropa para ir a dormir. Se tumbo al lado de la pequeña y se quedó mirándola tiernamente.

Alguien llamó a la puerta con suavidad y antes de que nadie contestara entró. Era Lissa.

— ¿Chrom? ¿Estás... ahí...?

Lissa dejó ir un suspiro y sonrió afablemente. Chrom se había quedado dormido con la pequeña al lado, era una imagen muy familiar y por primera vez en mucho tiempo parecía que su hermano había logrado descansar de verdad. Lissa se acercó y les tapó a ambos con las sabanas para que no hubieran frío durante la noche. Salió de la habitación haciendo el menor ruido posible.

— ¿Cómo se encuentra el tio Chrom mama? —dijo Owain que esperaba fuera pacientemente—

— Se ha quedado dormido junto a Lucina, vamos Owain. Quiero hablar con Frederick para repartirnos las tareas de la semana que viene.

— Te sigo.

****

A la mañana siguiente, Chrom partió al alba junto a Gaius en dirección a las ruinas en las que se encontraba Tharja. Había un par de días de viaje, pero no había problema. Algunos de los Custodios que quedaban por el lugar se sorprendieron al ver-los salir, hicieron una mueca de extrañeza y fueron directos a la base dónde se reunían.

Por su parte Chrom y Gaius siguieron adelante, se detuvieron al mediodía para dejar descansar a los caballos al lado de un pequeño riachuelo. Gaius se agachó y lleno su mano con el agua cristalina, se la llevó a la boca y bebió. Hizo lo mismo repetidas veces. Después se paso la manga por la boca para secar un poco el exceso de agua. Por su parte el príncipe había acercado a los caballos para que pudieran beber mientras los vigilaba. Se sentaron y comieron un poco. Volvieron a los caballos y se pusieron de nuevo en marcha.

****

Después de día y medio de viaje, ya empezaron a divisar las ruinas. El viaje había transcurrido de forma tranquila y sin sorpresas desagradables. Tanto Gaius cómo Chrom, habían permanecido en silencio durante todo el viaje, el ambiente estaba ligeramente pesado entre ellos. Ambos compartían un fuerte vínculo con Daraen y estaban muy preocupados, casi sin esperanza a volver a ver-le. Pero un pequeño atisbo, una pequeña luz seguía encendida en sus corazones que les impedía desprender-se del todo de su amigo/a.

El Sol se estaba poniendo, llegaron a las ruinas. Eran oscuras, con extrañas pinturas en los muros. Tharja estaba delante de un altar inmersa en la traducción de un texto escrito en una de las columnas cercanas. Apenas entraba la luz.

— ¿Cómo te va? —preguntó el ladronzuelo— Te hemos traído algo de comida. El Sol ya se ha puesto, será mejor que descanses.

— Prefiero seguir con esto. —Tharja miró a Chrom fijamente, luego susurro a Gaius— ¿Porque ha venido él aquí?

— Ha cogido unos días para ayudar-nos, sé que no os lleváis bien. Pero el principito no tiene la culpa de lo que pasó... Y es de los pocos que siguen creyendo en Daraen.

Tharja se dio la vuelta y siguió leyendo, Gaius dejó ir un suspiro. Se dirigió a Chrom.

— Oye principito. Harás la primera guardia, suelen venir resurrectos a este sitio... Así que mantente alerta. Yo voy a...

— Gaius, yo...

— Tranquilo principito, nadie te reprocha nada. Daraen fue temerario/a y... estaba dispuesto/a a dejar su vida para que los demás viviremos en paz. Eso es algo que todos sabemos. Y algunos decidimos guardar el secreto en cuánto lo supimos. Había muy pocos que lo sabíamos, pero ya nos aviso de su plan. —Gaius suspiró pesadamente y miró a Chrom— Él/la te apreciaba mucho, sabía que si te lo decía lo impedirías. Así que sólo nos lo dijo a Tharja, Tiki, Henry y a mi... El sacrificio lo tenía premeditado. Sin embargo, cada uno a encajado el golpe de una forma diferente al resto. No te preocupes.

El ladrón desapareció antes de que Chrom pudiera decir nada.