El Atardecer Refulgente

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"Torturándote no vas a lograr nada... Nadie es perfecto... Ni siquiera yo...

Cuando logres aceptarte y ver lo maravilloso/a que puedes llegar a ser, en ese momento podrás lograr tus objetivos."

Una voz resonó en la cabeza del/la estratega antes de despertarse. Poco después se reunió con sus compañeros Custodios. Ike, Ranulf, Marth, Jagen y Shiida también estaban presentes.

— Bueno Daraen... És hora de irnos. Cuídate mucho. —afirmó Chrom un poco entristecido—

— Vosotros también, saludad a los demás de mi parte. —sonrió levemente el/la estratega—

Los tres abrazaron al alvino, Gaius añadió un golpe en la espalda. Después desaparecieron dentro de una leve neblina.

— ¿Sabes? Ha salido algo bueno de todo esto... Ahora sabes que tus compañeros están bien y que te aprecian. —dijo el príncipe—

— Si... —afirmó mientras agachaba la cabeza— Sin embargo... Soy incapaz de mantener una actitud positiva. Por una parte les he visto... Por otra he arrastrado a gente conmigo por mi dolor y... Aunque quiero ver una luz, hay algo en mi interior que no me lo permite. Supongo que aún me falta tiempo...

Daraen se puso su capucha y se alejó del sitio. Los demás se miraron un poco decepcionados al no saber cómo animar a su compañero.

— Mi príncipe, sería tan amable de dejarme ir a hablar con el estratega. —pidió el mayor ante el asombro de la mayoría— 

— Claro sir Jagen, no es necesario que me pidas permiso para eso.

— Con su permiso pues. —dio una leve reverencia y se alejo tras el/la alvino/a—

El sol se ponía por el horizonte, tras las montañas que se divisaban a lo lejos y que se habían teñido de negro. Jagen apareció frente al/la estratega, se puso a su lado y permaneció en silencio. El/la alvino/a por su parte, permaneció recostado en una pequeña formación rocosa en forma de columna natural sin decir nada. El silencio permaneció hasta pasados varios minutos, fue Daraen quien lo perturbó.

— Señor Jagen...

— Mira el atardecer, es arduo siniestro y provoca pesadillas a muchos... —interrumpió el viejo— Algunos incluso lo usan cómo representación de la muerte... Y dicen que es el paso para que espíritus del otro mundo crucen al de los vivos. —Daraen agachó su cabeza, aún más deprimido que antes, esos términos le recordaron a Grima— Sin embargo, si alzas un poco más la vista, puedes observar un brillante espectáculo de colores anaranjados y rojizos. Estos brillan con tal intensidad que... hace que olvides muchos problemas. És una pequeña esperanza que da paso a la luz de las estrellas y la luna. —Jagen miraba hacia las nubes que danzaban teñidas de naranja sin perder su rostro serio— Por muy oscuro que parezca el interior de uno mismo, siempre hay una pequeña luz que nos empuja a seguir adelante. Todos tenemos momentos en los que nos hundimos por provocar reacciones en otros, sean buenas o malas. Lo que importa es, que al final aquellos que vuelven o permanecen son las pequeñas luces que debemos valorar. 

Daraen había alzado su cabeza y miraba hacia las nubes. Incluso llegó a quitarse su capucha. En su rostro se había dibujado una ligera sonrisa de agradecimiento. Suspiró, estaba calmado/a y tenía un brillo diferente en sus ojos marrones.

— Gracias Señor Jagen, creo que he entendido el mensaje que me ha querido transmitir.

— No me lo agradezca. He podido ver y comprender muchas cosas sobre su comportamiento tan precavido en nuestra presencia... —Jagen movió sus ojos en dirección a un conjunto de rocas mal puestas, lo suficiente cerca para que alguien con buen oído escuchara la conversación, luego se retiró hacia el campamento—

— Ya veo...

— Hablaremos en otra ocasión...

¿Veis? Os dije que sir Jagen no iba a hacer nada. —susurró Marth escondido junto a Ranulf y Shiida—

No podíamos evitarlo... Des de que han llegado Jagen ha sido muy arisco con ellos. —respondió Shiida—

Callaos, se está acer...

No esta bien espiar a la gente de ese modo... —sonrió el/la alvino/a de forma juguetona—

— ¡Daraen! ¡No! Que dices, nosotros no...

— Tranquila Shiida, agradezco que os preocuparais por mi... Y también, siento mucho haberos preocupado. Muchas gracias.

— Estas diferente... —añadió Ranulf—

— Creo... És posible que empiece a entender cosas, una de las cuáles porque fui enviado/a a otros lugares. En concreto dónde estabais vosotros. Y el otro... aún no puedo decíroslo. Pero espero que no por ello desconfiéis de mi.

Marth sonrió, Ranulf puso su mano en el hombro del/la alvino/a.

— No vamos a desconfiar de ti, todos tenemos nuestros secretos. —dijo el laguz—

— Esperaremos a que te veas con fuerzas de decirlo. —añadió Shiida—

— Venga, vamos al campamento antes de que se haga de noche. No es seguro estar por aquí nosotros solos. 

Los cuatro volvieron al campamento algo más relajados. Al llegar Marth y Shiida se fueron por un lado, Daraen fue hacia el comedor y Ranulf fue a buscar a Ike.

— No había necesidad de preocuparse, ¿verdad? —dijo el mercenario cuando oyó al laguz acercarse—

— No. Tenías razón. Además, creo que... Ahora esta mejor. Pero no me arrepiento de haber ido a vigilar. Ya lo verás cuando lo veas.

— Cuando mi padre murió... Creo que pasé por algo parecido. Estábamos entrenando tranquilamente, un día cómo cualquier otro... Me lancé contra él, me tiró al suelo y me estaba hablando cuando apareció. Mi padre me pidió que no me metiera, yo obedecí. Una de las pocas órdenes que merecía ser desobedecida y de la que me arrepiento. Cuando quise darme cuenta mi padre yacía en el suelo, él de pie y se marchó sin poderle hacer ni un sólo rasguño... Me sentí impotente. Y, aunque seguí con los mercenarios, pasó mucho tiempo antes de que lograra perdonarme a mi mismo.

— ¿Sabes? Creo que es la primera vez que me hablas de tu padre.

— Soren y Mist són los que han escuchado alguna vez. Supongo que no lo veo necesario decirlo a todas horas. Hoy me ha venido a la cabeza y simplemente ha salido.

— ¿Vamos a cenar? Daraen estará esperandonos.

Simplemente Quiero Huir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora