Subterráneo

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Derek subió al subterráneo como cada mañana. El mismo vagón de siempre desde hacía seis meses. Logró encontrar un asiento libre, lo aprovechó y se sentó. Se sintió afortunado cuando lo vio sentado en los asientos de enfrente. Sonrío disimuladamente al ver que ese día llevaba un libro nuevo, cada tres días o cinco cambiaba de lectura, los de fantasía y policiales eran sus favoritos por lo que había logrado ver durante esos meses.

Todo había empezado una mañana de octubre, el otoño acababa de comenzar y el fresco viento comenzaba a sentirse. Ese día se sentía terriblemente frustrado, lo habían transferido en su trabajo, hasta ese momento solo debía caminar unas cuantas cuadras para llegar hasta la empresa de marketing donde trabaja, y ahora debía viajar quince minutos en subterráneo y caminar otros diez minutos para llegar. Sabía que había una gran posibilidades de que eso pasara cuando su jefe y mejor amigo, Jackson Whittemore, le comentó sobre la posibilidad de expandirse al otro lado de la ciudad. Lo había nombrado gerente general, estaba feliz por el ascenso, sabía que su mejor amigo le dio el puesto porque creyó que se lo merecía, nunca pidió ni tuvo favoritismo por su amistad con el dueño de la empresa, así que se sentía orgulloso de haber logrado subir de puesto. Lo único que no le emocionaba era el viaje de media hora que debía hacer para llegar. Claro, eso fue hasta que, una semana después de empezar en su nuevo puesto, conoció al chico de los libros, así lo había llamado al no conocer su nombre.

Durante esos seis meses lo había observado desde lejos, no tanto, pero jamás se había acercado mucho. Nunca había sido muy bueno para entablar conversaciones con desconocidos, en su trabajo lo hacía porque debía hacerlo, era su obligación, pero no era de esos que hablaba con cualquiera mientras tomaba un café, en el taxi o en el subterráneo.

Lo había visto con más libros de los que recordaba. Tenía mucha curiosidad sobre el chico. Su atuendo no decía mucho sobre él, no estaba seguro si trabajaba o estudiaba. Sus ojos miel no se apartaban de su lectura nunca, ni siquiera cuando debía bajar, parecía conocer perfectamente el lugar, siempre subía al mismo vagón, se sentaba y leía tranquilo hasta que llegaba su turno de bajar, dos estaciones antes que Derek. 

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- ¿Todo bien? - preguntó Jackson al entrar a la oficina del moreno.

-No- respondió Derek con frustración- los Lahey no están seguro de firmar con nosotros, al parecer su socio quiere que comprobar si estamos preparados para hacer una publicidad a su medida- se levantó de su silla enojado- ¡Hacen videojuegos por Dios! No están tratando de salvar al mundo, no es nada que ya no hayamos hecho, detesto cuando se ponen de ese modo, llevamos esperando firmar con ellos durante cuatro meses, le hemos mostrado más de cinco muestras y le había gustado, estaba listo para firmar pero ahora aparece su socio y el tipo dice que no está seguro.

- ¿Ya terminaste de quejarte? – el moreno miró a su amigo con disgusto mientras que el rubio se veía relajado en su asiento- ¿Hace cuánto nos conocemos? ¿Diez años? Si, creo que ya diez, eso me da el derecho de poder decir que estás actuando demasiado extraño, esto no es solo por el contrato de Lahey ¿O me equivoco? – pregunto con una sonrisa de costado en su cara.

-Solo estoy frustrado, no sé qué me pasa- mentía, él sabía muy bien porqué se sentía de esa forma.

-Tocaste tu oreja- dijo Jackson mirándolo serio.

- ¿Qué? - Derek no entiendo el comentario del hombre frente a él.

-Cada vez que mientes tocas tu oreja con el dedo gordo y el índice, lo has hecho siempre- explicó con parsimonia sin despegar sus ojos del rostro del moreno.

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