Sabor a...

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Tener pequeñas salidas con Erica era normal para él, le gustaba hablar con ella, reír de todas las maldades que hacía; ponerse al día en cuanto a los nuevos videojuegos y sobre todo amaba verla sonreír.

— ¡Pero el estúpido judío no me dejó terminar mi maravilloso y malvado plan! — Erica comió otra de sus papas fritas y lo único que pudo pensar es en lo bonita que se veía ese día, incluso si solo usaba la ropa normal que usaría todos los días y con esa mancha de salsa de tomate en su mejilla.

La vio ayer, cuando fue a su casa para estudiar con su hermano y sus amigos, tenía cosas mejores que hacer, pese a eso no pudo moverse de la sala, observando algunas veces a Erica, la castaña notó su mirada varias veces y en varias ocasiones sonrió para él.

La vio hace menos de doce horas, pero es como una eternidad para él.

—No te preocupes Erica, estoy seguro de que la próxima vez nada detendrá a mi pequeña dictadora. — Extendió su mano y limpió la mejilla de la chica, ella se dejó hacer. Completamente feliz de tener su atención. Conseguir el afecto de Erica Cartman, no fue nada fácil, porque para empezar ni siquiera lo quería. —Ni siquiera un estúpido judío.

Erica solo fue una niña más que tenía que cuidar, ellos definitivamente no congeniaron, Erica enfocada en sabotearlo y acusarlo con su madre, para que lo despidiera del trabajo de ser su niñero. Él, demasiado enamorado de una chica mayor, como para importarle lo que una niña gorda quería.

Lo siguiente que pasó es que Erica estaba ayudándolo a vengarse de la perra que le rompió el corazón y una extraña amistad comenzó.

— ¿Quieres una malteada? — Mentalmente hizo algunas cuentas, esta pequeña salida no estaba contemplada en su semana, pero encontrarse con Erica en el centro comercial fue una agradable coincidencia, simplemente no podía solo decirle hola y dejarla ir.

—¡Me encantaría! — Sus ojos brillaban hermosamente, sus mejillas se cubrieron de rojo, estaba emocionada por la promesa de una dulce malteada de chocolate. — Shelley.

Shelley Marsh asintió, compararía la malteada más grande solo para su pequeña amiga especial, el dinero realmente no importaba en absoluto, después tomaría prestado un poco de la cartera de su padre.

—Voy por tu malteada entonces.

—Anda, anda... te prometo que no me moveré de aquí.

Shelley camino hacia el mostrador, había una fila pequeña, no le gustaba tener que esperar, pero estaba bien si era algo para Erica.

Sencillamente Shelley haría todo lo posible para mantener feliz a su fuertecita favorita, darle comida, mimarla, consentirla, ayudarla a conquistar el jodido mundo o desaparecer a las minorías. Al principio pensó que todo ese cariño, sobreprotección y celos, eran porque consideraba a Erica como a una hermana pequeña, aunque era diferente a lo que sentía por Stan.

Incluso cuando Erica lo hacía enojar, no podía odiarla, mucho menos lastimarla.

Pensó que era diferente, porque Erica era una chica.

—Deberías hablarle. — En la fila, dos chicos más se formaron. — Ella no es mi tipo, pero a ti te gustó ¿No?

—Esta buena, ¿Viste sus senos?

Shelley esperaba que la fila avanzara rápido, no quería seguir escuchando a ese par de descerebrados, ¿Ves a una chica y lo primero en lo que te fijas son sus senos? ¿Por qué no veían su sonrisa? La sonrisa de Erica por ejemplo, a veces traviesa, coqueta, burlona o cruel. ¿Por qué no notaban sus ojos? ¿De qué color serían? Los de Erica eran cafés. Bellos, claros y cálidos. ¿Por qué no prestaban atención a la forma en que sus mejillas se coloreaban de rojo cuando se avergonzaba o se enojaba?

¿Cómo podía decir que le gustaba una chica cuando solo presto atención a sus senos?

—La gorda de la mesa cuatro, ¿Verdad?

Shelley se giró completamente, todo pasó en cámara lenta, la mirada confundida de esos tipos cuando él dijo:

—Ella no es gorda, es fuertecita. Imbécil. — Y a continuación, dos golpes directamente a su cara, pudo o no romperle la nariz, para estar completamente seguro, le dio otro puñetazo, ahora sí, completamente rota.

— ¿Shelley?

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— ¿Shelley?

— ¿Ummm? — Shelley dejó la malteada en la mesa, la sonrisa en su cara nada sería capaz de borrarla, ni siquiera la sangre salpicada en su chaqueta favorita.

—Tienes sangre. — Señaló Erica, frunciendo el ceño, tomó una servilleta de papel y limpio la mejilla del chico.

—Está bien, no es mía, ¿Quiere ir al cine? Esa película que salió recientemente, quiero verla. — Shelley ayudó a Erica a ponerse su usual suéter rojo y su gorrito azul con amarillo, fue una fortuna que hubiera pedido la malteada para llevar, pasó su mano sobre el hombro de la castaña y comenzaron a caminar.

Shelley río.

Se supone que el mayor aquí era él, ¿Entonces qué hacía pensando que quería a Erica solo como a una amiga? Peor aún, creyendo que su afecto era puramente fraternal.

Shelley estaba enamorado de Erica.

Su primer beso como pareja, tendría sabor a malteada de chocolate y papas fritas con salsa de tomate. 

 

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Secret Garden.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora