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Había dos desgastados billetes de cincuenta dólares cada uno, sumando en total cien dólares en su escritorio, junto a su descuidada mochila, uno de sus lapiceros rodó suavemente hacia ellos, sus ojos no se despegaron ni un segundo de ese dinero.
—¡Oh por Dios! ¡OH por Dios! ¡OH POR Dios! ¡OH POR DIOS! ¡¿QUÉ DEMONIOS HICE?! — Comenzaba a respirar agitadamente, el temblor en sus manos, pronto se extendió por todo su cuerpo, necesitaba café, mucho café, no le importaba si el maldito terapeuta que veía a escondidas de sus padres le había dicho que dejara de beberló, que era malo para él y lo sabía, por supuesto que lo sabía, nunca antes en su vida se había sentido mejor que en los últimos meses evitando por completo la cafeína, los tics desaparecierón, la ansiedad y la paranoia, su mente se sentía más despejada y ligera... —¡MALDICIÓN!
¡Que se joda! ¡Necesitaba café!
Sujeto sus mantas y se cubrió con ellas, deseando que todo solo fuera un mal sueño.
—Ven por aquí, niño. Solo tienes que cerrar los ojos y chupar una manguera...
Tweek intento ser un maldito héroe, ¡Joder! Simplemente debió ignorar todo, como siempre solía hacerlo, como siempre solían hacer con él.
Pero no, su maldita conciencia no lo dejaría en paz, estaba cagándose de miedo cuando enfrentó al tipo que sujetaba la mano de aquel gordo niño, su premio fue un fuerte golpe en la mejilla y un insulto a su querida madre; pero finalmente el tipo huyó. Lanzó un sonoro suspiro y cuando estuvo seguro de que el tipo se había ido, regresó su mirada hacia el niño.
Sonrió, afortunadamente nada malo había pasado. Había llegado justo a tiempo...
—¿Quién mierda eres tú y por qué demonios hiciste eso? — Si era un poco sincero, Tweek esperaba un gracias y no un reclamo o la mirada de intensa furia del pequeño regordete.
Eso era lo que obtenía por intentar ser un buen chico. ¡Ahhh!, ¿Cuándo aprendería que lo mejor era quedarse callado sin hacer nada?
—¿Eres estúpido? — Tweek estaba cansado, cada cosa que hacía, cada cosa que decía, cada una de sus malditas decisiones, en cada puto aspecto de su vida, todos, todo mundo siempre le decía que estaba mal, sus padres en casa afectados por un hijo "mentalmente enfermo"; sus compañeros en clase apartándolo por lo raro que a veces era, bueno, intenta tomar quince tazas de café antes de ir a la escuela y después di todas las tonterías que quieras. Su maldito puto terapeuta, y, ahora este jodido niño. — ¿A dónde demonios ibas con ese vagabundo? — Tweek observó el callejón, desolado y pestilente al que este niño iba a entrar de la mano de un asqueroso y pervertido hombre, veas por donde lo veas, no presagiaba nada nuevo.
—Iba a darme semen, lo necesito.
— ¡¿Qué?! — Estaba seguro, que escuchó mal... ese niño quiso decir "dulces" o "helado" no semen...