La magia de la moda

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Desfilando por la calle principal, un grupo de personas camina con paso decidido. Entre sus manos se hayan montones del revolucionario invento del que todo el mundo habla:
Sombreros de paja han sustituido aquellos tan horteras con punta afilada que guardan los mayores y exhiben como si aquello fuese, de su sabiduría, un talismán.
La gente se asoma a sus balcones para comprobar si las nuevas son verdad. Los brujos aplauden, las brujas aclaman cuado ven el sombrero de la libertad.
Poco a poco, la procesión se va separando para entrar en las diferentes tiendas de la ciudad. Al dejar su tesoro, los ciudadanos todos han ido a cotillear.
Algunos dicen que vienen de Salem y otros de Heidelberg y así, entre murmullos, los comerciantes aprovechan para vender. Los más presumidos reclaman espejos, quieren ver su conjunto reflejado en la pared.
Una brujita atrevida mueve la varita y en un plis plas queda vestida. Sin embargo, ¡pobrecita! no le gusta como queda el accesorio en su piel, se pone de morros, lo tira y salta sobre él.
Horrorizados se han quedado los clientes y el tendero incapaz de resolver el desastre, la ha hechizado convirtiéndola en sapo.
La brujita, avergonzada, ahora no quiere que nadie la mire. Brincando con sus verdes ancas, la muy cuca, con su varita quiere hacer magia para deshacer el embrujo, pero imposible resulta encontrarla entre tanto brujo.
Para empeorar el caso, casi pisan al pobre sapo, que asustado, salta y salta para ponerse a salvo; de pronto, ve el sombrero en el suelo. ¡Qué refugio tan bueno! piensa la brujita, casi sin aliento y, rápida como el viento, se mete dentro.
Pasan las horas y, aburrida, se queda dormida.
Los clientes, encantados, se han marchado luciendo su nuevo trapo y el tendero, cansado, se sienta en la silla un rato; mas, de inmediato, se levanta sobresaltado: ¡Por los pelos de la cabra! ¡El sapo!
Se acerca al sombrero tirado en el suelo. El ruido de sus pasos ha despertado al sapo, que se asoma por debajo.
El tendero suelta una carcajada, toca a este con su varita y de nuevo vuelve a ser brujita. Arrepentida, se disculpa.
Mira el sombrero de soslayo y su opinión cambia como un rayo. Después de todo, al objeto le ha cogido cariño. Con un guiño, el tendero se lo prueba y hace una mueca; demasiado grande para su cabeza; pero a la chiquilla nada le intimida y exclama: ¡Tranquilo, tendero! Me valdrá para cuando crezca.
Pagada la cuenta, muy contenta, vuelve a casa con el sombrero puesto. ¡La nueva moda es la monda! Ya lo tiene decidido, cuando sea mayor será diseñadora y vestirá a los brujos y a las brujas de costa a costa.

RAMAS ENCORVADAS: historias y desvaríos en florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora