Luna

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Volví a ver a Luna, tan elegante como aquel día, con un vestido de terciopelo blanco y encaje. Sujetaba el vaso de vino como si se tratase de un crucifijo y meneaba el cuerpo de un lado al otro, al ritmo de la música. Seguía siendo la reina de la noche.

El tiempo se detuvo y el pánico se apoderó de mí. Hacía años que no nos veíamos, pero ahí estaba, como un espectro del pasado; un fantasma que me dio su blanca luz una noche como aquella, cuando el mundo se movió a gran velocidad empujándonos a uno contra el otro y nuestros cuerpos parecieron dos círculos perfectamente entrelazados.
Aún la recuerdo, desnuda, entre mis brazos, inclinándose para susurrarme al oído que su melancolía dolía como cristales rotos en el cráter de sus tobillos después de habérselos besado con ternura.

Al principio no la entendí; se separó. Me miró a los ojos y la sentí menguar frente a ellos. Me quedé petrificado, no supe qué hacer. Supongo que no consiguió ver su reflejo en mi mar y tan pronto como vino, se fue, y quedó un vacío que me dejó naufragando en tinieblas.

Sin embargo, ahora estaba ahí, sonriendo con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, como si la estrella fugaz la hubiese atravesado el pecho. De pronto, abrió los ojos y me vio. Alzó la copa y dio un sorbo a mi salud, bebiendo mi sangre.

Regreso a casa y me meto en la cama. Es medianoche y me pregunto por qué mi lengua sigue saboreando el beso de la Luna llena antes de llorar oscuridad, quemar su pálida piel y hacernos sangrar en eclipse.

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[Dibujo por @licia_15 (en Wattpad)/ @bladabuh (en Instagram)]

RAMAS ENCORVADAS: historias y desvaríos en florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora