Mikita Brottman aparecía abrazando a su perro en la sección de cultura del periódico que el caballero de chaqueta azul estaba leyendo justo antes de dejarlo encima de la mesa.
Rastreé de nuevo aquella noticia; el titular: "Lo difícil es llegar a ser un lector exigente". Miré de nuevo su foto, nunca me habría imaginado que aquella mujer fuese a decir algo sobre literatura, parecía más interesada en su sonriente buldog. La verdad es que el artículo estaba bastante bien. Me di cuenta de que no debí prejuzgarla.
De repente, me llegó una notificación al móvil. Lo saqué de mi bolsillo del pantalón y me quedé espantado: "A Mikita Brottman también le gustas".
Lo leí varias veces, incapaz de creer que aquello fuese real. Miré a mi alrededor esperando encontrarla allí, sonriéndome. No fue así. Solo éramos cinco personas en el bar y ninguna Mikita.
Salí corriendo, directo hacia la plaza donde había aparcado el coche. Saqué las llaves del bolsillo, se me resbalaron de las manos y tuve que agacharme para recogerlas.
Abrí la puerta, me senté e intentando tranquilizarme, tomé aire varias veces. Seguía temblando.
Volví a comprobar la notificación, pero ya no estaba, había desaparecido por completo del móvil. Suspiré. Habrían sido imaginaciones mías o quizá habría sido el café. Sí, seguro que fue el café.
Me quedé unos minutos más allí sentado intentando recobrar la compostura, después, puse en marcha el coche y conduje hasta casa.
Nada más entrar me di cuenta de que la música estaba puesta.
Me quedé blanco y volví a revisar los avisos. Dos llamadas perdidas y un whatsapp de Mikita. No podía ser.
El móvil resbaló de entre mis manos y yo no pude mover un solo músculo. Sentía que mi corazón se había parado. El tiempo se había parado.
Una voz pareció resonar a lo lejos y el buldog de la foto se acercó olfateando hasta mí. Ladró.
Mis rodillas flaquearon y con un sonido sordo caí, irremediablemente, al suelo.
El perro siguió ladrando y ladrando cada vez llegándome con menos nitidez, como si hubiese eco. Sin embargo, mis ojos se salieron de sus órbitas cuando ella apareció y me dio la bienvenida a casa, como si me conociese de siempre. Como si encontrarse a un hombre en el suelo fuera lo corriente.
"Hola, cariño", dijo con acento extranjero. Apenas pude articular palabra.
El eco del perro tamborileaba en mis oídos. Me iba a estallar la cabeza.
Me arrastró hasta la alfombra del salón, un salón que no era el mío. La miré, presa del pánico.
- ¿Tú... tú eres Mikita? -acerté a preguntar.
Ella rió enseñando mucho los dientes. "Siempre presuponiendo más de lo que debes, ¿eh?", contestó llevándose el oxígeno de la habitación.
Empecé a sentir cómo me asfixiaba.
Ella me acarició el pelo.
Intenté estirar el cuello de la camisa.
Su perro me dio un lametón.
Su voz fluía en mis tímpanos como un agudo puntito, un dardo haciendo diana.
Me besó y perdí el conocimiento.
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RAMAS ENCORVADAS: historias y desvaríos en flor
Short StoryCuenta la leyenda que si besas la áspera corteza de una rama encorvada, nace una flor y sus pétalos, al volar, narran historias. ¡Besa este tronco y lo descubrirás! Hay muchas historias, desvaríos, opiniones y maravillosos desastres a punto de flore...