La Grieta

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Había una grieta descomunal mirándonos desde el techo del comedor de nuestra antigua casa. Recuerdo que nos mudamos por ella y su negro abismo. Nos mudamos por las aguas y enmudecimos.
En mis sueños, sin embargo, solo hay espejos y el sonido del piano que alguien toca desde otra sala. En mi sueño estoy despierto. En mi sueño estás viva y correteas entre reflejos. A veces me da la sensación de que puedo alargar la mano y cogerte, pero me doy cuenta de que eres aire.

Conejito, sé que llego tarde, mas si pudieras detenerte un segundo... Conejito... ¿Conejito? ¿Has entrado en la madriguera? Ojalá esfumarme con tu humo negro.
¡Oh, ya te veo! Quédate muy quieta.

Siempre despierto antes de tocar su naricilla de seda negra.
Enciendo la luz y todo desaparece, pero cuando vuelvo a cerrar los ojos te veo desnuda tocando el piano con tus dedos tiza y sueño tu cicuta en mis venas. Las corcheas llegan hasta mí con sus alas negras y nos arrancan la lengua. Los espejos cantan por nosotros los horrores que el corazón encierra. Te quedaste entre penumbras mirándome como a la negra grieta y te acercaste. Siento que me ahogo, que el ángel se ha vuelto demonio, oigo tu risa y caigo en la nada para despertar frente a ti, en aquella casa vieja donde los espejos se rompieron aquel día de tormenta, en aquel comedor donde nos quedamos mirando la grieta.

RAMAS ENCORVADAS: historias y desvaríos en florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora