Errores decisivos

1.6K 140 0
                                    

Autor: Helindir.

Sitio con la obra original: Puedes encontrar el link en el enlace externo.

Con el mundo mágico alerta y totalmente oficializado el regreso de Voldemort, Dumbledore se arriesgó con la búsqueda de uno de los Horrocruxes del señor oscuro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con el mundo mágico alerta y totalmente oficializado el regreso de Voldemort, Dumbledore se arriesgó con la búsqueda de uno de los Horrocruxes del señor oscuro.

Sin ayuda y sin que ninguno de los miembros de la Orden del Fénix lo supiera, el gran mago llegó dificultosamente a una cueva, protegida por toneladas de mar, una noche cerrada y por cientos de criaturas del inframundo.

Cansado por años de lucha contra la oscuridad, y luego de haber sorteado más de un obstáculo, se vio cara a cara con algo que no esperaba en absoluto.

Había llegado en el mismo momento en que un mago oscuro lo miraba profundamente con sus pupilas verticales y rodeado por media docena de mortífagos.

- ¿Buscas algo, viejo amigo?- Siseó Voldemort, acercándose.

- No realmente- Dijo Albus, cansado- Solo vine de paso. El sonido del mar, por aquí, es más que agradable.

- Llegaste tarde anciano... Ya tengo mi Horrocruxes y, como podrás observar, no vine precisamente solo. Tu mejor que nadie debe saber que ir a una misión, sin escoltas, es un suicidio. ¿Cierto?

- ¿Cuál misión?- Fingió que no sabia de lo que hablaba.

- ¡Basta!- Siseó el señor tenebroso, perdiendo su escasa paciencia- Vendrás conmigo. Te tendré encerrado, vigilado y haré hasta lo imposible para sacar hasta la última gota de información de tu mente decrepita.

Dumbledore lo miró, con la poca energía que tenía encima. Sabía que no podía escapar. Estaba exhausto, mientras que su enemigo no, además de aquel mago tenía otra parte de su alma consigo, listo para volverlo aun más fuerte. Como si fuera poco, seis magos de ropas negras apuntaban sus varitas contra él, listos para paralizarlo ante la mínima orden de su amo. Tenía todas las cartas en su contra.

Sin embargo, había preparado algo, que descansaba lejos, sobre el escritorio de su despacho. Era un plan, una idea a medias, su último recurso, algo que había tomado en sus manos durante días, sin decidirse del todo por mandarlo al destinatario correspondiente. Enviarlo podía significar la solución perfecta a sus problemas, o un elemento más para destruir la poca seguridad que aun poseían.

Pero en ese momento no existía otra opción. Como pocas veces, Albus se había equivocado al ir solo. Con alguna ayuda, podría escapar de esos magos, pero solo y debilitado, era imposible.

- De acuerdo- Suspiró el anciano- Tómame prisionero. Se que no puedo oponerme ahora.

- Excelente- Siseó Voldemort.

Un par de mortífagos de rostros gélidos lo tomaron con fuerza de sus ropas, mientras el resto mantenían sus varitas fijas en él.

Un segundo después aparecía en una mansión oscura, fría y llena de una bruma densa y apestosa que envenenaba el cuerpo. El moho en las paredes y el musgo en los muebles liberaban un penetrante olor a putrefacción y humedad que hacia imposible respirar con normalidad.

Lentamente, lo llevaron empujándolo por pasillos derruidos hasta llegar a una enorme sala en perfecto estado, pero que no perdía su ambiente de penumbras. Sillones decoraban el suelo de granito negro, ventanales tapados con pesadas cortinas de gamuza negra y unas pocas velas mantenían el ambiente lúgubre, ideal para helar la sangre de cualquiera.

Voldemort pasó con porte superior frente a magos que bajaban sus rostros y se sentó con aire soberbio en un amplio sillón, mirándolo como la escoria que para él era.

Entre algunos de los sumisos mortífagos estaba Snape, fingiendo a la perfección su papel de seguidor de la causa y viendo de reojo al cómplice de su doble papel.

- Severus- Siseó el amo de la oscuridad- Sácale la varita y llévatelo a la jaula. No quiero que use sus poderes en escapar. Y confió en que mañana me traerás una poción para que me diga hasta las cosas que no sabe. ¿Entendido?

- Si mi señor- Dijo Severus, sumiso e inclinándose, antes de caminar hacia Dumbledore, tomarlo violentamente y llevárselo con fuerza de la sala.

Ambos caminaron en silencio, simulando una sutil rivalidad en su mirada, a través de pasillos llenos de polvo.

Llegaron a un salón enorme, plagado de cadenas, grilletes, manchas de sangre seca en el suelo y marcas de manos rojas arrastradas en las paredes.

Casi en el centro se encontraba una extraña jaula en forma cúbica. Los barrotes de hierro de un plateado brillante se enterraban en un suelo liso de concreto, atestado de escrituras en negro.

Severus conjuró algo extraño, antes de tocar una de las gruesas varillas con su varita, desapareciéndola momentáneamente.

Metió a Albus dentro y la barra de metal regresó, mientras las escrituras del suelo tomaban un color rojo.

- Ni pienses en salir- Le aconsejó el pocionista en voz baja- Tocas uno de estos hierros y date por muerto. Espero que pienses algo, por que mañana no podré ayudarte.

- Ya tengo algo- Susurró Albus, de pie- Ve a mi despacho cuanto antes. Busca un sobre con un sello rojo y dáselo a Fawkes, él hará el resto.

- Espero que sepas lo que haces...

El director observó a Snape salir del lugar. Suspiró, sentándose pesadamente en el suelo y leyendo las marcas bajo él. Si su plan no funcionaba, podía darse por muerto y resignarse a que el mundo mágico sucumbiera bajo las sucias manos del antiguo Slytherin.

Ádhmharaighe | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora