O|cho

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Una semana después.

¿Qué puede ocurrir en una semana? Bien, se los diré: Muchas cosas.

HoSeok lo comprobó por carne propia, aunque ya debería saberlo. Tiene dos hijos, él debería saber mejor que nadie que el tiempo es pieza fundamental para todo. Porque cuando tienes a dos criaturas uno tiene que estar al pendiente de ellos todo el tiempo, más cuando son unos pequeños de seis y cuatro años respectivamente. Pero ha quedado claro que no se acordaba de esa verdad universal hasta que llegó el sábado nuevamente y tuvo la oportunidad de echar un vistazo hacia atrás, uno donde se pudo permitir analizar todo lo que había hecho.

No sabe cómo terminó aceptando cada invitación de Lee para ir a almorzar durante su descanso en el trabajo, acabaron yendo al mismo restaurante por esa semana, sentándose en el mismo sitio y casi comiendo lo mismo. Se le estaba yendo de las manos, ¿cómo pudo permitir que todo eso ocurriera? ¡Era un hombre responsable, ¿por qué de repente se sentía como un niño de ocho años?! De lo que estaba seguro es que miraba a Lee y se perdía. A veces lo hacía… con mucha frecuencia lo hacía. Se sentía envuelto en una burbuja llena de aromas y sabores deliciosos, pero sólo era eso. No había más emoción, no había esa típica ilusión de enamorarse, no había nada más que eso. ¿Sería porque ya estaba grande? ¡Pero él siempre había creído que el sentimiento del amor nunca envejecía!

Sólo encontraba que no era amor. No lo era, sin embargo ¿por qué siempre terminaba aceptando todo lo que Lee le propusiera? Incluso había aceptado a ir con ella a una función de cine esta noche.

La situación en su casa pasó a ser algo así como frustrante y divertida. Una combinación rara, pero bien recibida al fin y al cabo. Durante esa semana Kim NamJoon se había encariñado con los pequeños lo suficiente como para que ellos también lo hicieran, y no quisieran que él se fuese de la casa. Él ya estaba mejor de sus golpes y moretones que tenía, así que podía irse yendo por donde había entrado. Sin embargo, algo dentro de HoSeok crujió cuando vio a los niños con expresiones tristes tratando de persuadirlo para que le dijera a Kim NamJoon que se podía quedar en casa.

Él tiene que irse para buscar un trabajo y un poco de privacidad —dijo siendo lo más directo posible—. No puede quedarse.

—¡Papá! —chilló TaeHyung—. ¡Pero él tiene que quedalse!

HoSeok suspiró. Esa no era la reacción que había esperado de sus hijos al enterarse que el inquilino tenía que mudarse de una vez para que todos pudiesen seguir con sus vidas a como lo eran antes del incidente.

—No creo que Kim NamJoon se sienta cómodo estando por más tiempo aquí —dijo tratando de ser más claro.

—¡Pero quelemos, lo quelemos! —habló JiMin esta vez.

«Ni siquiera a mí me quieren tanto», pensó HoSeok medio divertido.

Él siguió ahí, encerrado en la cocina con sus hijos, tratando de explicarles porque Kim NamJoon tenía que irse. Mientras, en la sala, se encontraban JungKook y el susodicho hablando del mismo tema.

—Le diré que te dé alojamiento —dijo JungKook a NamJoon quien estaba guardando sus últimas cosas en su maleta—. Anda, dime algo. Le diré que te deje quedarte, que aún no estás bien, que no puedes quedarte en mi departamento. ¿Qué dices, ah?

La cabeza de NamJoon de repente estaba dando muchas vueltas, estaba controlando el mal humor que estaba por aparecer en su sistema. Si Kook seguía insistiendo con ese tema perdería la poca paciencia que le quedaba.

—¿Te has vuelto loco? ¿Cuándo te golpeaste la cabeza y no te revisaste? —soltó sin ánimos de bromear.

JungKook lo miró. Estaba a su lado, observando como guardaba todo dentro de la maleta y como la cerraba para después colocarla en el suelo.

«¡Papá (no) quiere una cita!» [NamSeok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora