D|iecinueve

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El silencio es algo que JiMin no puede soportar, seguramente se debe a alguna clase de herencia por parte de su padre, ya que él parece tener lo mismo. Ambos hacen cosas para generar ruido, JiMin no sabe por qué exactamente su padre lo hace, pero él tiene sus propios motivos. Ha trabajado en ese pequeño detalle durante años, aunque nunca se había dado cuenta hasta ahora que comenzó a generarle muchos problemas. Recuerda su infancia, como hacía lo imposible por siempre estar escuchando algo, ya fuese sonidos producto de su boca; como tararear una canción o hablar incoherencias. También recuerda cómo convencía a TaeHyung de jugar cualquier cosa con tal de no estar en silencio. O la manera en que hacía que Rose cantase para él o le pusiese una película, aunque se lo tuviesen que ocultar a su padre, porque este no quería que viesen demasiada televisión. Las interminables luchas con el tío Kook donde solía reír mucho y reía un poco más cuando era el turno de TaeHyung. Recuerda cómo iba a casa de su abuela y de inmediato la quería ayudar con alguna cosa de la florería. Recuerda todo lo que hacía con tal de no fundirse en un silencio aterrador que de inmediato lo trasladaba a un cementerio y a personas vestidas de negro. El frío calaba ese día, la tristeza inundaba su alma de algo que no comprendía; no en ese momento. Era sólo un niño cuando su madre se fue, ahora es un pre-adolescente y siente que ese sentimiento nunca se fue en realidad. Algo pesado, pero invisible. Una carga sobre sus hombros. Jamás le ha dicho esto a nadie, ni siquiera a su propio hermano; su mejor amigo. Ha guardado sus sentires desde hace tanto tiempo, que parece una bomba de tiempo a punto de explotar. Su pecho sube y baja en una especie de ataque, y la oscuridad de la noche no le está ayudando en nada.

Hace tiempo que dejó de compartir la habitación con su hermano, pues HoSeok había decidido que al fin era hora de que tuviesen su propio espacio. TaeHyung se había mostrado contento, al fin podría decorar su habitación como él quisiese y tendría un lugar para poder pintar tanto como sus manos se lo permitieran. JiMin no quiso arruinar algo tan especial a su hermano, como lo era tener su propia habitación con detalles como que él en verdad no quería que TaeHyung se fuese. Habían compartido aquella habitación desde que, prácticamente, nacieron. Y por supuesto, no sólo era la costumbre, tenía razones más egoístas: significaría silencio. Ya no escucharía los pequeños ronquidos de su hermano o su respirar, ya no habría nadie a parte de él.

Con la lámpara encendida, y mirando hacia el techo de su —ahora propia— habitación, trata de calmarse. Lo único que puede hacer es mirar hacia la ventana, en la que cientos de veces, TaeHyung y él contemplaban los días lluviosos o calurosos. Las noches frías o mágicas.

Hace tanto tiempo que no se sentía así de solo, que se sentía extraño. Debería estar feliz. Muchos de sus compañeros en la escuela siempre le dicen que no les gustan compartir cuarto con sus hermanos, ya sean mayores o menores. Resulta un sacrilegio para ambos, pero JiMin realmente lo disfrutaba…

Sus ojos se cierran ante el inminente cansancio, pero el miedo que tiene lo hace abrirlos nuevamente con rapidez.

Entonces, la ve… Aquella figura que no se había aparecido en años, pero sabía lo haría en cuanto la situación se lo permitiese. Su madre vestía de blanco y emanaba un aura de paz, que de inmediato lo tranquilizó. Luego de incorporarse en su cama para poder apreciarla mejor, ya que no podía observar su rostro tan perfectamente como quería. Son los años los que estaban afectando su recuerdo, le duele el saberlo. Ella camina hasta él, se dispone al pie de la cama, y sonríe. JiMin observa como ella deja caer un objeto pequeño y ligero sobre la cama, antes de que desaparezca.

Pudo haber estado gritando de miedo, pero a esas alturas ya estaba acostumbrado. De niño solía ir a la sala donde su madre lo arrullaba hasta que se quedase dormido, había tenido que ir a terapia por eso. Pero él sabía, que de alguna forma extraña y etérea, su madre estaba ahí. Siempre. A su lado. Esa noche no fue la excepción. Esa noche incluso la vio dejando algo en su cama, tanta fue su sorpresa que su boca no pudo ser cerrada por varios minutos. Un pequeño dije en forma de corazón hacía acto de presencia, tan pequeño y elegante, como su madre misma. Aquel dije sólo lo había visto una vez, hace años, cuando su padre dejó la puerta abierta del antiguo despacho de su madre. Entró sin saber realmente nada sobre aquel lugar, y salió sorprendido, enfurecido, y nostálgico. Su padre jamás le había mencionado nada sobre aquel cuarto, siempre pensó que era una bodega. Así que había pasado de él hace años. Sólo estuvo alrededor de dos minutos, ya que HoSeok le pidió que se retirara. Él no estaba enojado o molesto, pero había algo en su tono de voz que lo hizo obedecer de inmediato. Sin embargo, en cuanto puso sus pies fuera del despacho se volvió hacia su padre pidiéndole una explicación.

«¡Papá (no) quiere una cita!» [NamSeok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora