V|eintitrés

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El silencio es torturador y penetrante, pero se niega a realizar algo para que se detenga. Sus oídos zumban y solo suspira en dolor, su pecho sube y baja pesadamente mientras su garganta se siente oprimida; seca. Está recostado sobre la cama sin hacer amagos de querer esforzarse por sobrevivir. ¿A qué punto ha llegado?

Cierra sus ojos, las lágrimas se resbalan por su piel una tras otra, una tras otra. No puede detenerlas. Ni siquiera tiene la fuerza. De todas formas, ¿qué importa? Sus hijos estarán mejor con Kookie, ¿no? Él sabe, lo sabe. Que no ha sido buen padre, que los ha descuidado, que no ha sabido brindarles la estabilidad que ellos necesitan. Pero no puede. No puede. Maldita sea, él no puede. No sabe cómo. ¿Qué debe hacer cuando su corazón rebota lleno de dolor? ¿Qué se supone que debe de hacer para dejar que todo esto que siente se lo lleve el viento y nunca regrese? ¡¿Qué se supone que tiene que hacer?! Un cubo. Se siente como un cubo negro, pequeño y frío. Se siente atrapado. Se siente infeliz. Se siente lejano y vacío. Y no es sólo por Iseul, él también está perdiendo a sus hijos, está perdiendo a sus amigos… O ¿ya los perdió?

Cubre su cabeza con la manta y llora más fuerte; grita, pero los sonidos que se escapan de su boca quedan atrapados en la almohada. Patalea, pero sus pies se enredan con la manta. Araña, pero sus manos caen pesadas a sus costados luego de arañar al vacío.

«Mi culpa», piensa, «mi culpa».

Ese pensamiento salta en su cabeza una y otra y otra vez por todos lados, en cada esquina, en cada hueco. No hay lugar que no se llene de esto, no hay lugar que quede vacío. Es su culpa. Todo es su culpa.

Y no hay nada que pueda hacer para solucionarlo.

* * *

Cuando se despierta sigue siendo de noche. Sus ojos parpadean tratando de acoplarse a la falta de luz. Cielos, siente su cabeza punzar, su garganta seca y su cuerpo roto. Él está cansado, así que se queda mirando al techo. Destellos de su pasado lo alumbran como fósforos en medio de la oscuridad. Allí está JiMin junto a TaeHyung, ambos siendo más pequeños que ahora. Se miran tan frágiles e inocentes, con sus cachetes inflados y corriendo detrás del otro. En otro, ellos están jugando en un parque, está a punto de llover; entonces aparece Iseul con su cabello negro que se ondea con el viento, con su boca que se ensancha en una linda sonrisa y sus brazos que extienden hacia sus hijos ansiando un abrazo.

Allí estaba ella. Tan irreal como magnífica. Corre hacia ella, en un intento desesperado por alcanzarla. Las plantas de sus pies duelen al tocar el suelo, él también extiende sus brazos en un deseo de poder llegar a ella. De decirle… no. De pedirle que se quede. La palabra “quédate” muere en el interior de su boca, pues cuando llega a ella la atraviesa como si de un fantasma se tratase.

Sus ojos buscan en desesperación por todo el lugar, ¿dónde está ella? ¿A dónde se ha ido? ¡No! ¡Ella no puede esfumarse otra vez! ¡No, no, y no! Maldita sea.

—¡Iseul! —grita con dolor y pena—. ¡Iseul, regresa! ¡Regresa, por favor! —gime con tanta agonía.

Sujeta su cabeza con sus manos tratando de concentrarse. Él está en la habitación, no en ningún maldito parque.

—Quédate —susurra, pero muy en el fondo sabe que es un intento en vano.

* * *

No. Los días no pasan para HoSeok, los días simplemente se mantienen en una clase de extraña quietud. Siente que todo su mundo se ha detenido. Ha experimentado la soledad plena desde hace más de dos semanas. Extraña a sus hijos. Extraña a sus amigos. Él extraña a…

Los suspiros se volvieron parte de él al igual que la sábana que no ha sido cambiada y que envuelve su cuerpo en busca de calor o quizás una clase de protección que no sabe dónde más buscar. No ha comido en días, no se ha bañado, ni siquiera se ha visto en un espejo, pero él sabe que su apariencia definitivamente no es la mejor. Siente su cabello grasoso y sus manos llenas de sudor seco.

Lo único reconfortante de todo esto es que puede volver aquel parque donde la vio, puede hablar con ella a lo lejos, puede observarla sonreír. Pero no puede ir directamente a abrazarla porque si no ella desaparece. Ella se esfuma cual humo y cada vez que sucede su agonía empeora. El dolor en su pecho se extiende, las lágrimas en sus ojos descienden terriblemente hasta que se queda dormida, y al día siguiente se repite el patrón.

No sabe cómo salir de eso, no obstante una parte de él no quiere. ¿Miedo? ¿Es miedo lo que siente? Sí, lo tiene. El temor y el terror lo invaden cuando piensa en el futuro, y se deprime más cuando ligeros momentos de cordura llegan a él solamente para recordarle que su presente está siendo muy oscuro.

El silencio en la casa es sofocante, los chirridos se escuchan tenebrosos por las noches, y hay una llave goteando en el baño que no lo deja estar por las mañanas. La escucha gotear y se vuelve inquietante. Una gota, tras otra, tras otra, hace a su cabeza dar vueltas. Un zumbido también aparecen de vez en cuando aturdiendo sus oídos. A veces tiene miedo de que haya alguien más afuera, escucha pasos firmes rodando por la cocina, a veces siente que alguien se coloca afuera de su habitación y espera pacientemente a que suceda algo, pero después de unas horas, los pasos se desvanecen. Jura que en algunas ocasiones escuchó la puerta abrirse y cerrarse, pero no tuvo el valor suficiente para salir y enfrentarlo. Está mejor en su habitación, porque a pesar de todo se siente seguro.

* * *

Esa mañana el hambre se hace presente. Abre sus ojos con rapidez y espera. Su estómago gruñe con furia, parece tener una clase de lucha dentro de su cuerpo. El dolor que siente es horrible. Lo entiende, ya no puede seguir bebiendo agua natural. Intenta colocarse de pie y casi cae si no fuese porque se sujetó de la cabecera de la cama. Toma aquella bata de baño para protegerse del frío que solo él siente y camina lentamente agarrándose su estómago hasta la puerta. Su mano tiembla, sus labios también, pero lo hace.

Está bien. Él puede hacerlo. Un breve pensamiento pasa fugazmente por su cabeza acerca de cómo ha caído en los medicamentos sin prescripción médica. Bajar las escaleras es un tormento, así que lo hace lento pero decidido. Se siente débil, cansado… Se siente triste. Mientras camina se da cuenta que el vacío en su pecho no hizo más que agrandarse al igual que el miedo.

Una vez más su estómago gruñe, e intenta caminar un poco más rápido para poder ver qué puede comer de la cocina. No espera mucho, hace días que no hace nada se compras. Hace días que no recibe ninguna llamada aunque él nunca las atiende. Lo único que puede consolarlo es encontrar alguna barra de cereal o sopa instantánea.

Sin embargo, cuando llega a la cocina, lo ve. Está parado frente al refrigerador colocando unas cosas dentro, la cocina parece limpia. Como si alguien estuviese estado a cargo de ella y no dejada por su dueño a quien le dio igual si habían insectos o no debajo de sus platos.

—¿NamJoon?

La pregunta sale de sus labios como un susurro. Le parece irreal incluso pronunciar su nombre, verlo allí tan hermoso como siempre lo ha dejado perplejo.

Y no sabe cómo, realmente no sabe cómo, él encuentra la forma de llegar hasta aquel cuerpo que de inmediato lo rodeó en un fuerte abrazo.

NamJoon.

Siempre ha sido NamJoon.

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N/A:  Ha sido difícil actualizar para mí. Lo siento mucho.

«¡Papá (no) quiere una cita!» [NamSeok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora