Parfum du Fleurs

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La misma noche en que llegamos a la mansión Agreste, me había preparado previamente para aquello. Me puse mi mejor vestido, un delicioso perfume de flores llamado Anaís Anaís de Cacharel, maquillaje suave, mientras caminaba mi perfume flotaba dejando una estela etérea y fragante, como si con cada uno de mis pasos volaran pétalos de rosa. Note aquel efecto encantador porque Gabriel, siempre tan reacio al contacto, mientras estábamos en la oficina, miraba seriamente, más sin embargo aspiraba con hondas inhalaciones, soltando el aire a cuentagotas, como si mi aroma fuera una fantasía.

Cuando quise preguntarle si quería que le trajera un té verde con litchi, me aparto con un aspaviento, como si lo hubiese interrumpido de alguna faena interesante o de alguna meditación. Lo único que interrumpí fue la inhalación de mi perfume.

No supe cómo interpretar eso

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No supe cómo interpretar eso. Simplemente me deje llevar por la idea de qué tal vez estaba muy concentrado en algo.

Más sin embargo, cuando me salí brevemente para comunicarle a Kylie que ya podía poner en renta mi habitación, al regreso le escuché ordenarle algo a una de las diseñadoras del área de perfumería...

- Investígame la fragancia que se pone Sancoeur, por favor Elaine.

- Esa fragancia es de las más comunes entre las jovencitas de aquí de Francia, se llama Anaís Anaís. Tiene base de rosas, es lo que sé...

- ¿Podrías conseguirme un poco y rociar este pañuelo?

- Claro que sí.- Dijo Elaine tomando de la mano de Gabriel un hermoso pañuelo de lino negro, el cual llevo a su oficina. Una hora más tarde se lo regresó, me di cuenta porque, en el momento en que ella se lo dio, el me envió a traerle un croissant de queso con champiñones. Aproveche un breve momento para ver.

- Aquí está el pañuelo perfumado, pero, ¿para que lo pidió, Monsieur Agreste?

- Le diré pero tenga mucha discreción. La señorita Sancoeur, me tiene fascinado. Y quiero ese pañuelo para olerla a ella aunque sea así.

- De acuerdo, aunque, no olera igual ya que, la señorita Sancoeur pone parte de su esencia al portarlo. En resumen. Huele al perfume, pero no a ella. ¿Porqué no le pide a ella alguna prenda?

- Porque no sé que reacción pueda tener ella. Ya ves que es muy seria.

- Todas las ex modelos son serías Monsieur. Y ella fue una modelo muy gloriosa.

- Tanto que estoy levemente enamorado, Elaine.

No pude seguir escuchando más porque mi corazón me lo impidió, de modo que para calmarme fui por el dichoso croissant, un café negro para Gabriel, para mí un latte de Calabaza y un bagel con Philadelphia. Al regreso el tenía ese pañuelo bajo su nariz de águila.

Le entregué su café y su croissant, y yo me dispuse a comer mi bagel y beber poco a poco mi latte.

Él rompió el hilo del silencio...

- Mademoiselle Sancoeur, sé que quizás suene como un depravado, pero, ¿Podría obsequiarme su mascada del cuello?

Me anonade, pero me desanudé la mascada de shiffon que adornaba mi delgado y francés cuello. Llevaba aún bastante Anaís Anaís vigente en la mascada, se la extendí y el sonrió.

- Gracias, Mademoiselle.- Fijo besándome la mano.

Me sonroje hasta la raíz del cabello, el cual es bastante negro.

Me di la media vuelta, mientras sonreia y cantaba "Besaba la luna" de María del Monte.

Tu boca en mi boca
Profundo silencio
Palabras no hubo que rompieran el sueño
Y la noche despertaba
Los sentimientos dormidos
Bajo la luna se amaban, tu cuerpo y el mío....

Y mientras la cantaba a mi mente acudían imágenes de cómo me vería haciendo el amor con Gabriel en una noche estrellada, aunque las disipaba haciendo aspaviento, no quería caer aún. Mi idea era que el se enamorara antes inminentemente, haciéndolo, la conquista sería mucho más fácil.

No quería aún sentir nada muy fuerte por el. Pero ocultarlo era cada día más difícil, a causa de que cada día me enamoraba un poco más con cualquiera de sus gestos, de sus maneras, hasta de la manera en que tomaba petulantemente su café. Cada día me enamoraba más de él, y ya no podía con la presión de ocultarlo, ni con el deseo que había despertado desde que lo espié desnudo en Italia.

Cada día era más difícil. Sin embargo, todas las puertas comenzaban a abrirse con un simple perfume de flores. 

De assistant à épouse d'un millionnaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora