Me permets-tu cette pièce?

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Cuando vi que sería un poco difícil regresar algo de felicidad a aquella casa, me vi sin muchas alternativas en las manos, navidad había pasado y con ella había llegado más tristeza a la mansión. El encuentro entre Gabriel y yo sería en unos cuantos meses, de forma que aún disponía de tiempo para actuar con inteligencia.

Por otra parte empezaba a ganarme un poco a Adrien,con quién platicaba en los ratos que teníamos juntos, como el camino a esgrima, a chino o en los intermedios entre una lección y otra.

Una noche mientras tocaba el piano, conversamos de la posibilidad de salir en su cumpleaños.

- Sí, me encantaría Nathalie. Pero, ¿Cómo le haríamos con mi padre?

- Eso déjamelo a mí, Adrien.

Aún faltaba mucho, tanto para el encuentro como para el cumpleaños de Adrien, tras lo cual había decidido seducirlo en el encuentro y posteriormente con sensuales pas a deux. Eso ya estaba pensado, pero estaba un poco descanchada ya que tenía muchos años que ya no bailaba, no sabía si aún era excelsa o ya era bastante patosa. Debía empezar a practicar.

En el salón de baile había algo así como unas barras para calentar. Empecé con ronds de jambes, tendus, plies, jettes, y otras cosas que usábamos para calentar.

Ya que había calentado empecé a practicar. Había una canción muy sensual en pareja dentro del playlist de la Bella Durmiente, por lo cual empecé a bailar, si bien sola, con pasos para dos.

Aún estaba bailando cuando de repente escuche...

- ¿Me permite esta pieza?

Volteé y asentí.

Me cogió por la cintura, empezamos a bailar primero con mucha soltura y perfección, pero a medida que el baile avanzaba se hacía más apasionado y atropellado.

Me alejaba y acercaba tan sensualmente y con una pericia tal, que me sentí atrapada entre sus brazos expertos y sus excelsas piernas. Gabriel era un magnífico bailarín.

Cuando empecé a agotarme, me abrazó y me sostuvo entre sus brazos, pegándome pronto al muro más próximo y besando mis labios con tal arte y pasión, que sentí que el aire se me cortaba en la garganta, jamás había sentido un deseo semejante.

Me besó bastante rato, después empezó a acariciar mi cuerpo con una suavidad y una práctica sin igual. Era bastante experimentado en eso de prender las hormonas de cualquier mujer. No en balde había muchas mujeres locas por el, ya que antes de conocernos, el solía prenderles el fuego, apagándoselos de tajo en el momento menos pensado.

Para que eso no pasará conmigo le empuje y me aleje de el bailando, en un le grand jettè, y haciendo una "ristra de perlas", un paso que es parecido al baile de "los cuatro cisnes" de Tchaikovsky. Moviendo las piernas velozmente, girando de aquí a allá en prodigiosos fouettes, el empezó a acercarse a pasos excelsos y auna velocidad impactante, atrapandome y encarandome de la manera más sensual que le era posible.

Cuando estuvimos exhaustos me derribo encima del viejo piano
Steinway, al que hicimos sonar al caer mis pies sobre algunas teclas. Pronto el se encontró encima mío, aprisionandome entre sus fuertes brazos, besándome, apretando mis senos con sus manos, sobando mi sexo por encima de mi ropa, mordiendo mis labios y mi cuello, con todo ello me seducía y me calentaba demasiado, hasta que, como acostumbraba, me ponchó la burbuja de un momento a otro...

Tenías que ser tú...

- Sabes perfectamente que no podemos tener sexo Nathalie. Cuando vuelva a hacerlo alejame de ti lo más posible.

- Bien, no te preocupes. Quería preguntarte si dejarías salir a Adrien conmigo el día de su cumpleaños.

- Para ello aún falta bastante. Pero si te portas bien conmigo sabes que si, mi hermosa.

Dicho esto se alejó intempestivamente y se devolvió a su despacho, dejándome encendida y muerta de pasión.

Hasta cuándo Gabriel...

De assistant à épouse d'un millionnaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora