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Dos minutos después tenia el plato con la sopa caliente en la mesa y el también se sentaba a cenar.

-Quieres hablarlo? – asentí y deje la cuchara en el plato para no manchar la mesa

-Jorge era mi novio del instituto, lo seguí de Nueva York hasta aquí donde el había conseguido el trabajo de sus sueños. Yo también conseguí el mio trabajando en el mejor buiffet de abogados de Roma. El caso es que hace unos tres meses su carácter fue a peor. Habiamos discutido, lo normal, pero nunca me puso la mano encima como aquel día. Luego llega lo típico, flores y otra paliza, flores y otra paliza, así hasta que el mes pasado perdí un embarazo por su culpa.

-Todo se ha terminado – dijo intentando que mis animos se fueran a relajar y yo me limpie las lagrimas que salían de mis ojos.

-Me recuperé y cuando tuve las fuerzas suficientes para enfrentarme a él, recogi todas mis cosas cuando el estaba hoy trabajando y bueno, lo demás ya lo sabes.

-Nunca más te pondrá la mano encima, te lo juro.

-Gracias – le toqué la mano que tenía apoyada en la mesa y se la apreté.

Volvimos a nuestra cena y una vez terminada me levanté para ayudar a recoger la mesa, era lo justo, pero no me dejó.

-Tengo que solucionar varias cosas – me dijo limpiándose las manos en la balleta que tenia después de fregar los platos – te llevo a tu habitación si quieres.

-Si, pero puedo caminar – le dije viendo que estaba dispuesto a cogerme otra vez en brazos.

Subimos las escaleras que había cerca de la puerta de la entrada y ahí arriba había varias habitaciones. El pasillo de arriba hacia una curva. Antes de llegar al final del pasillo abrió una puerta.

-Aquí podrás dormir tranquila, nadie molestará.

-Gracias – le dije sonriendo, más bien haciendo una mueca

-Si necesitas cualquier cosa mi habitación es esa – señaló hacia la que estaba al final del pasillo, terminando así la curva del pasillo.

Yo asentí y cuando el se fue cerré la puerta para quedarme un segundo apoyada en ella. Iba a ir a ducharme y luego me metería en la cama para dormir toda la noche. En la cama tenía mi maleta, bolso y móvil. Estaba recibiendo una llamada cuando decidí colgarla sin mirar siquiera quien es y apagar el móvil. Cogí mi bolsa de aseo y mi pijama y me metí en la ducha.

Decidí no mirarme al espejo, no estaba preparada para ver mi cara blanca llena de cardenales y me metí en la ducha para asearme como pude ya que cualquier movimiento del torso me hacía dar ganas de gritar de dolor. Una vez fuera, peine mi pelo liso, de color castaño y me puse el pijama. Iba compuesto de un vestido de color negro de seda y una bata que llegaba hasta encima de las rodillas. Un pijama de putón como me decía aquel desgraciado, y creo que por eso mismo lo cogí cuando hice mi maleta antes de guardar todo en las cajas, para revelarme. Por que poniéndome ese pijama para mi significaba que empezaba de cero, que a partir de hoy yo haría todo lo que me diera la gana.

Un golpe y otro y otro hasta que consiguió tirarme al suelo

. No paró, algunas veces viéndome ahí, llorando paraba, pero hoy no. Hoy siguió con patadas en el vientre, en la espalda, en las piernas. Un liquido rojo empezó a salir de mi interior, cubriendo así mis piernas y un dolor me atravesó el vientre. Solo entonces, solo entonces decidió parar y llamar a su amigo Carlos, el ginecólogo, que una hora después confirmo lo que yo pensé cuando vi aquella sangre. Habia llevado un bebé en mi interior, un bebé cuya muerte su padre iba a pagar algún día.

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora