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Sali de aquella maldita casa sabiendo que tarde o temprano Valentino morirá por su hija. Massimo no hizo ningún comentario, ni siquiera cuando me subí al coche y lo puse en marcha, abandonándolo ahí.Llegué a casa y comprobé que mis pequeños estuvieran durmiendo, deseando que nunca crecieran por que no sabían el mundo donde estaban.

-Que cojones haces? – entró furioso en el dormitorio mientras yo me descalzaba.

-No te entiendo – contesté serena

-Me dejaste tirado ahí en la puerta de ese malnacido.

-No llames asi al que iba a ser tu suegro.

-Ada, que cojones te pasa. Me has dejado tirado.

-Mira, como tu a mi – el se quedó callado – ni se te ocurra reprocharme nada Massimo.

Una vez puesto el pijama me tumbé en la cama y me dormí.

-Señora – Luca estaba en casa – el señor dice que hoy puede descansar.

Me vino perfecto ya que me quedé toda la mañana con mis hijos jugando en el patio delantero de aquella casa.Después de comer unos espaguetis y echarlos a dormir la siesta volvió Frank.

-Señora, han secuestrado a su marido.

-Que? – el mundo se me acababa de caer encima –

-Creo que han sido hombres de Valentina, sabemos donde está.

-Los habeís seguido?

-No, Massimo siempre está localizado a través de su móvil, igual que usted, por lo tanto sabemos donde está.

-Prepara a todos los hombres, nos vamos ya – cuando iba a salir di otra orden – chalecos antibalas y metralladoras, no quiero bajas.

Dos horas en coches y quince minutos andando llegamos a una casa abandonada, rodeada de unos treinta hombres.

-Los silenciadores – avisé y poco a poco empezamos a matar gente.

Cuando terminamos con todos entramos dentro donde no quedaba nadie más. Solo escuchamos unos gemidos y entramos en la estancia. Lo que vi me rompió el corazón en pedazos.

Massimo estaba sentado en una silla, atado de manos y piernas, pero Valentina estaba encima de el follándoselo. Frank me miraba, sin poder descifrar lo que su cara expresaba, pero yo no los interrumpí, no, decidí salir fuera y tomar aire. Me senté debajo de un árbol y dejé que las lágrimas salieran de mis ojos. Mi hombre, el padre de mis hijos, aquel que me amenazaba con matar si alguna vez se me ocurría acostarme con otro, estaba haciéndome el peor de los daños. Estaba destruyendo mi confianza, aquella que había depositando en el.

-Ada, los tenemos.

-Los llevaremos a casa Frank, mañana avisaré a Valentino. – el asintió y yo eché a andar hacia donde dejamos los coches. Cogí el mío y me volví a casa donde estaba Luca.

-Ada, y el jefe?

-Vendrá con Frank, avisa a Clara de que mañana a primera hora quiero mis maletas y la de los niños hechas

-Todo bien?

-Mañana le preguntas a tu jefe.

Me metí en la habitación pegada a la de mis pequeños, me duché y me tumbé en la cama. Claro está que no conseguí pegar ojo toda la noche, por lo tanto cuando me desperté por la mañana tenía un humor de perros.

-Ada – Frank me miraba con lastima – el jefe no se ha despertado todavía, creo que lo han drogado.

-Valentino está avisado? – asintió

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora