epílogo

12.8K 620 35
                                    


Después del nacimiento de África, nuestra vida fue todo más fácil, aunque con tres niños no se podría decir eso.

Massimo siguió con sus negocios pero yo dejé de ser la mujer fuerte, aquella que disparaba sin miramiento alguno para cuidar a mis pequeños y compartir con ellos mi vida.

Ahora me encuentro sentada al lado de la piscina junto a Massimo, es un domingo cualquiera.

-He pensado en comprarle un coche a Victoria cariño, lo necesita.

-Ni de coña Ada, mis hombres se encargarán de llevarla y traerla.

-Massimo, debemos darle libertad, la misma que Max tiene.

-No, mis hijas no.

-No voy a discutir contigo por esto, se le va a comprar un coche – iba a rechistar – también me parece injusto que yo no estuviera de acuerdo con que mi niño aprendiera a disparar y aún así lo hizo.

Si, mi hija tenía ya 20 años y todavía no le habíamos contado que era adoptada, sabía que deberíamos hacerlo pero no me atrevía, yo había acabado con la vida de sus padres y tenia miedo a que me odie.

Estaba estudiando administración de empresas y ella también estaría en la mafia, a través de la bodega donde ella trabajaría de gerente se blanquearía el dinero. Hace un momento estaba convenciendo a su padre de comprarle un coche por que sabía que necesitaba intimidad. Tenía sus amigas, tenía un novio o estaba enamorada y por lo que me había comentado, necesitaba intimidad.

Max, mi pequeño bebé que ahora seguía los pasos de su padre, estaba aprendiendo lo que era llevar todos los negocios y lo que eso suponía. También estaba en su primer año de universidad, estudiando derecho. Teniendo el mismo carácter que su padre sabía que el no estaba dispuesto a enamorarse, no a tener una familia aunque claro, el día menos pensado me presentaría al que sería el amor de su vida.

África, alegre, feliz, despreocupada. Ella es mi viva imagen. Con 16 años la tenía en el instituto, discutiendo con ella día si y día también por que no quería estudiar. Era caprichosa y eso nos lo debía a nosotros ya que la mimamos como a ninguno de nuestros tres hijos.

Respecto a mi relación con Massimo, todo fue mejorando, siempre hubo diferencias entre nosotros pero las superamos. Mis manos no se volvieron a manchar de sangre, yo me convertí en la perfecta ama de casa que se ocupaba de sus hijos y de su marido.

FIN.

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora