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Unas llaves entraron en la cerradura y la puerta se abrió de golpe, dejando ver a un Massimo enfadado con la camisa desabrochada y arrugada. Que guapo está , pensé.

-Ada, debemos hablar – yo me negué – Ada, Frank se lleva a los niños al parque una hora, debemos hablar.

-No, he dicho que no. Tú y yo no tenemos nada de que hablar.

-Ada, maldita seas, he dicho que si – Frank entró y con suavidad cogió a los niños para llevárselos y cerrar la puerta detrás de él.

-No me queda más remedio que escucharte no? – el asintió quitándose la camisa y dejando ver un vendaje en todo su abdomen – que te ha sucedido?

-Ada, me drogaron.

-Burundanga, lo sé – me senté en el sofá

-No sé lo que viste, yo no recuerdo nada.

-Os vi follar – aguanté el nudo que tenía en la garganta.

-Ada, yo no sé lo que hacía, de verdad. Nunca te haría eso – se pasó las manos por el pelo – no a ti, no a la persona por la que moriría. No a la mujer que amo, no a la madre de mis hijos.

-Ya, lo sé pero eso no lo puedo olvidar, esa imagen no se me va de la cabeza.

-Y que piensas hacer? Quedarte aquí y separar a unos niños de su padre?

-No, solo necesito un tiempo.

-Cuanto?

-No lo sé Massimo, no se si será una semana, un mes o una vida entera.

-Ada yo te amo – se paseaba por la habitación nervioso.

-Y yo a ti, pero necesito tiempo – unas ganas terribles de vomitar me entraron cuando lo ví llorar y de rodillas

-Por favor Ada, vuelve a casa.

Todo el vino y lo que habíamos comido salió de mi cuerpo en aquella preciosa alfombra y Massimo aprovechando la oportunidad, decidió quedarse y cuidar de mi.

Retiró la alfombra, ventiló la casa, me preparó arroz y manzanilla ya que mandó a Luca a comprar. A los niños les preparó unas salchichas mientras yo, todo esto lo observaba sentada en la mesa de la cocina.

-Nunca habías cocinado para mi.

-Si vuelves a casa prometo hacerlo una vez a la semana.

-Eso es chantaje – sonreí

-No, eso es darme cuenta de todo aquello que no hice para ti.

-Massimo, no voy a volver, no por ahora.

-Quieres dejar de ser una cabezota y volver con tu marido?

-No voy a contestar a eso – dejé el tenedor mientras le sonreía a mi pequeño que se dedicaba a tirar los trocicos de salchicha al suelo – Max, hijo, no se tira la comida

No me hizo caso alguno, de hecho me tiró un pequeño trozo a la cara.

-Joder, este niño ha salido a ti – volví a llamarle la atención al pequeño

-Lógico, soy el padre.

-Max, he dicho que dejes de tirar la comida – esta vez fue Victoria la que recibió un salchichazo y decidí darle yo la comida para escuchar sus lloros segundos después.

-Quieres casarte conmigo? – la pregunta de mi marido me dejó perpleja durante varios segundos.

-Estamos casados – señalé el dedo donde llevaba la alianza.

-Esta vez hacerlo bien, con invitados, cena, baile.

-Massimo, no voy a volver, no por ahora – salí de la cocina con el pequeño en brazos para bañarlo y dormirlo.

-Que haces aquí?

-Voy a dormir con mi mujer – se quedó mirando la cama donde ya estábamos tres – y mis niños.

-Pues suerte – le dije riéndome ya que los pequeños se quedaron en medio y realmente eran un peligro.

Al día siguiente por la mañana tenía el pequeño piso lleno de rosas rojas, los restos de un desayuno perfectamente colocado en la mesa de la cocina y las risas de mis hijos que llenaban todo el vacío. Massimo les estaba haciendo cosquillas y de vez en cuando se tiraban comida.

-Este desastre lo vas a limpiar tú – le dije al entrar en la cocina y ver una alfombra hecha de huevos, bacón, leche y más cosas que era imposible reconocer.

-Lo sé – asintió mientras seguía con la guerra de comida y yo me servía una taza de café.

Inmediatamente el olor inundó mis fosas nasales haciendo que el cuerpo se me revolviera e ir directamente al baño.

-Estás bien cariño? – Massimo me sujetaba el pelo y me acariciaba la espalda mientras soltaba lo poco que mi cuerpo tenía dentro todavía – estás embarazada?

Me quedé en blanco, me senté en el suelo mirándole a los ojos, aquellos ojos llenos de ilusión, intentando recordar cuando fue mi última regla.Minutos después Massimo envío a uno de los hombres a por test de embarazo a la primera farmacia que fuera a encontrar.

-Positivo, los cinco han dado positivo.

-Vamos a ser padres – Massimo me abrazó – vamos a ser padres – el lo repetía una y otra vez ilusionado – me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo amor mio.

-Massimo – intenté detenerle

-Ahora si que te vienes a casa y mañana iremos al médico sin falta, quiero saber que el niño está bien y que no habrá ningún problema.

-No volveré a casa, no por ahora – le dije ya enfadada con él.

-Ada de Luca, tienes dos opciones – me señalaba con el dedo – o vuelves a casa por las buenas, o será por las malas.

-Pues será por las malas Massimo.

Cinco minutos después estaba en el Bentley con los niños.

-No es justo, las cosas no funcionan así – le dije recordando que me había echado al hombro y me había subido al coche ignorando mis gritos y las risas de mis pequeños.

-Me da igual lo que me digas Ada, volvemos a casa.

Me desperté al día siguiente cuando la alarma comenzó a sonar. Recordé que tenía cita con el ginecólogo. Me duché y me puse unos vaqueros, y una sudadera gris. Recogí mi pelo y fui a la cocina donde Massimo les estaba dando el desayuno a los niños.

-Buenos días - besé las mejillas llenas de mermelada de mis niños.

-Cariño, como has dormido?

-Bien. Vamos a llegar tarde a la cita.

-Si, Clara, termina tu por favor. – echó el brazo por encima de mis hombros y salimos de casa – esta noche viene Valeria a cenar y deberíamos pensar en comprarle el regalo a nuestro pequeño, dentro de dos meses será su cumpleaños.

-Uff, ni me acordaba, su primer cumpleaños y yo otra vez embarazada

-La verdad es que me alegro de que me hayan ligado las trompas.

-Ada, no podremos tener más niños - decía Massimo mientras conducía de vuelta a casa del hospital.

-Max, tenemos dos niñas y un niño, creo que tenemos bastante no?

-Me hubiera gustado tener otra niña más, la podríamos adoptar.

-Nada de eso.

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora