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Ella no dijo nada y se fue en su coche. Massimo me abrazó y con la mano encima de mis hombros me llevó al coche.

-Quiero que nos vayamos – le dije – no puedo estar aquí.

-Que harás con la empresa?

-Venderla, igual que la casa, no es la casa de mi padre, es la casa de un desgraciado.

-Luca – este asintió al escuchar la voz de Massimo.

Dos horas después nos encontrábamos pasando el control de aduanas para volver a Italia. Me fui directamente a la habitación donde hace un mes dormimos Massimo y yo. Me tumbé en la cama y me quedé dormida.

-Ada, vamos que hemos llegado.

Sali de la habitación detrás de Massimo, me senté en el asiento y abroché mi cinturón.

-Puedes hablar conmigo – yo le miré sin decir nada - no está bien que te encierres en tu dolor.

-No es encerrarme en mi dolor, es no querer cagarme en la puta madre de esos dos. Perdi a mi madre coño, se suicidó cuando yo tenia 9 años y yo misma la encontré rodeada de sangre en la bañera y ahora se por que cojones lo hizo.

Una semana de aquello yo volvía a mi rutina. Estaba subida en mi Bentley, rodeado de más coches de camino al centro comercial. Debia comprarme un vestido para una cena que tendría esta noche. No llamaría la atención , pensé cuando vi como dos coches iban delante mio y otros dos detrás.

Los cojones no llamaría la atención cuando de repente me vi rodeada de ocho hombres, bueno ocho putos armarios.

-Ada – escuché una voz femenina y pude reconocer a Daniela mi amiga de la universidad

-Dejadla acercarse – le dije a Frank que iba en cabeza de todos - Daniela, que tal?

-Joder tia, llamé al número que antes tenía pero Jorge me dijo que ya no vivias ahí.

-Vamos a tomar un café – nos sentamos en una mesa que quedó rodeada de hombres, no tenía intimidad alguna y ahora que Frank hablaba por teléfono y seguramente con Massimo, menos – Pues si tia, me he casado. Fue una boda intima, tan intima que solo estaba mi padre y su puta, y varios hombres de seguridad.

Seguimos hablando durante un rato más hasta que yo decidí seguir mi camino y comprarme el maldito vestido. Una hora después de buscarlo, lo encontré. Largo, negro con un solo tirante. Estaba en la ducha cuando Massimo entró en el baño y se empezó a desnudar, para mi gusto, entrar en la ducha.

-Te echaba de menos hoy en la oficina – me dijo agarrándome y alzándome en brazos, para apoyarme contra la pared de la ducha y sin preliminares entrar dentro de mi – me encanta que siempre estés preparada para mi.

-Dios – grité notando como empezaba a empujar rápido. Tiré de su pelo mientras el me besaba el cuello y empujaba en mi con posesividad.

Terminada aquella maravillosa ducha, yo estaba secándome el pelo mientras el fue abajo, Frank y Luca querían hablar con el.

Me coloqué el vestido y me dejé el pelo suelto. Me puse unos tacones y vi la apertura que el vestido tenía en la pierna derecha y el toque sexy que esta le daba. Me puse los tacones y sentada en la cama me abroché la correa que llevaba, dejándolos fijos a mis tobillos. Estaba bajando las escaleras cuando vi que Frank y Luca estaban hablando con Massimo, que estaba de espaldas a mi.

-Pero me creéis capaz de ponerle una mano encima a mi mujer? – preguntó este y los dos hombres que me vieron se quedaron callados – que estábamos follando joder – gritó Massimo – ahora resulta que mi mujer no puede gritar mientras follamos por el miedo a que mis hombres entren y me maten, no?

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora