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Me encontraba en la cafetería donde siempre tomaba café después de mi trabajo. Hace dos años me gradué con matrícula de honor en la universidad de Oxford. Ahora trabajaba como abogada en el mejor buffet de abogados de Roma. Había seguido a Italia a mi novio del colegio.

-Ada, me has hecho de venir aquí cuando nos podíamos ver en casa – me dijo Jorge que se sentó en la mesa y se pidió un café.

-Si, quería un sitio publico donde pudiéramos hablar. Lo dejo – se lo solté tal cual, como deseaba hace meses habérselo dicho.

-Que me dejas? – yo asentí – y eso por que? No te das cuenta que nadie más va a querer estar contigo?

-Bueno, aunque nadie más quiera estar conmigo, prefiero estar sola antes que con un maltratador.

-Callate puta – dijo el poniéndose nervioso, llamando asi la atención de varios hombres con traje que se encontraban en distintas mesas alrededor – tu no te vas a ninguna parte y si lo haces es sin nada de lo que hay en el apartamento.

-Mis cosas las recogí hoy , todo lo que compramos juntos te lo puedes quedar.

-Que no te vas a ninguna parte – gritó y tiro la mesa hacia un lado con todo lo que había encima, tirándose encima mia – que tu no me dejas a mi zorra – gritaba mientras me pegaba puñetazos en la cara.

Me reí, igual que una loca con cada golpe que me daba ya que sabia que iba a ser la última paliza que me fuera a dar, la ultima patada. Había derramado demasiadas lágrimas como para hacerlo ahora también, ahora que era libre, por fin.

Unos brazos me levantaron del suelo y debido al golpe que me llevé en la cabeza al caerme para atrás, no me podía sostener de pie, asi que decidió levantarme en brazos y subirme a un coche.

-Frank, recoge las cosas de ella. Luca, al hospital más cercano y Dan, a este llévalo a la comisaría – esa voz ronca tenia algo, algo que a mi me daba la seguridad que en ese momento ya no tenia.

Subio a mi lado en la parte de atrás del coche y me giró la cara, para que le fuera a mirar.

-Le mataré, te lo prometo. – no se por que tenia la seguridad de que aquello lo iba a cumplir.

-Un espejo – le pedí queriendo ver mi cara, o lo que había quedado de ella

-No, es mejor que no lo veas, pero se pondrá bien. – con su pañuelo me limpió la sangre que me salía de varios sitios, pude sentir como con delicadeza limpiaba mi labio inferior, la ceja para luego decirme que me lo pusiera en la nariz.

Comencé a llorar, ahora si. Antes estaba riéndome igual que una loca pero ahora lloraba.

-Lloras por el ¿ - preguntó el ahora enfadado y yo negué con la cabeza

-Es alivio. Saber que nunca más permitiré que me ponga la mano encima ni el ni ningún hombre.

Me pasó el brazo por los hombros y me acercó a el, empujando suavemente mi cabeza contra su hombro donde la deje apoyada y me besó el cuero cabelludo.

-Nunca, nadie más te tocará.

Cuando el coche se detuvo el abrió la puerta y una vez que el estaba fuera y yo iba a bajarme, sus manos fuertes y grandes rodearon mi cintura, para luego cogerme en brazos igual que lo hizo antes. Esta vez mis brazos los rodeé a su cuello y mi cabeza la dejé apoyada igual que antes lo había hecho para recibir un beso en la frente.

-Todo estará bien, lo prometo. – y yo como señal de que estaba segura de ello apreté más los brazos.

Cuando entramos a urgencias los médicos al ver mi cara y como este hombre me llevaba en brazos trajeron una camilla.

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora