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Los dos de la mano fuimos hacia el comedor y yo me senté en el lado derecho de mi padre, Massimo ocupo el sitio que mi padre ocupaba, a mi izquierda, dejándome así en medio. Desayunamos y después mi padre me dijo de que debíamos hablar. También invitó a Massimo y fue bastante raro la verdad. Nos quedamos los cuatro en el comedor.

-Dime papá – le acaricié el brazo.

-Hija, tengo un último deseo en esta vida – me sonrió con tristeza – y es el de llevarte al altar.

-Papá, si yo no creo en Dios – me reí.

-Me estoy muriendo hija – aquello cayó como agua fría encima de mi cabeza – tengo un tumor en la cabeza y no pueden operar, y el tratamiento no funciona.

-Pero papá – no me dejó hablar y se dirigió a Massimo.

-Puedo ver en ti, puedo ver que eres bueno y noble y que la proteges como si fuera lo más preciado que tienes en tu vida. Seria demasiado pedir eso.

-Papá – hablé yo viendo a un Massimo pensativo – te queda mucho tiempo por delante y una boda no es tan fácil de preparar.

-Le han dado un mes de vida – contestó Elisa por el.

-Hecho – dijo Massimo – nos casaremos y usted la podrá llevar al altar.

- Pero que dices? Os habeís vuelto locos todos – grité enfadada y me levanté de la silla, comenzando a dar vueltas por la habitación terminando en los brazos de Massimo que decidió pararme.

-Yo estoy loco por ti. Dime, como quieres que sea nuestra boda.

-No, loco por mi no, loco de remate. Que tal una boda en la playa? Haber si eso lo puedes arreglar, ahh y yo no quiero saber nada de mi vestido de bodas

-Perfecto – besó mi mano y sacando su teléfono del bolsillo, salió del comedor.

-Lo siento hija, supongo que esto no te lo esperabas pero es mi ultimo deseo.

-Ni de coña lo va a conseguir – me reí – papá siento mucho no poder cumplir tu ultimo deseo.

-Todo listo. – entró Massimo en el comedor – nos casamos esta misma tarde en Brooklyn

-Pero que coño.

-Esa boca Ada – me advirtió Massimo – nosotros no hemos desecho las maletas, asi que saldremos en 20 minutos.

Sali de casa de mi padre y sentándome en las escaleras me encendí un cigarro. Estaba soltando el humo de la primera calada cuando Massimo se sentó a mi lado.

-Estás bien? – negué – piensa que esto lo haríamos algún dia, solo lo estamos adelantando.

-Mira, mi vida ha sido un puto caos estos últimos meses y ahora que consigo estabilizarme, con mi trabajo, tu y todo lo demás, vuelve a ponerse patas arriba.Entiende como me siento, quiero que todo vuelva a la normalidad y estando a tu lado nada es normal. Quiero cumplir el ultimo deseo de mi padre, lógico, pero quien me dice a mi que esto es para toda la vida. Si quiero casarme con alguien es por que estaré segura de que terminaré con esa persona. Que llegado el día, me sentaré en las escaleras junto a el y veré jugar a mis nietos.

-Ada, ni casado ni sin casar te dejaría escapar, nunca. Si en algún momento me fueras a dejar, te buscaré hasta por debajo de las piedras amor.

-Pero Massimo eso a mi no me relaja – volví a pegarle una calada al cigarro.

-Necesitas tener todo bajo control y más bajo control que después de estampar nuestra firma en ese papel no lo tendrás.- piénsalo

Media hora después todos salíamos hacia el hotel Brooklyn. Nos asignaron varias habitaciones. La de Massimo y mia, era decorada de blanco con los muebles color wengue. Las sábanas eran suaves y blancas.

-Dicen que no puedo ver a la novia hasta el altar – se acercó a mi y me abrazó – al atardecer te espero en la piscina señorita - beso mi frente – yo soy el novio, no te equivoques – yo sonreí.

-Donde vas?

-Recuerdas que dije que mi bodega exportaba vino? – yo asentí – pues iré a las oficinas hasta que sea la hora. También te quería preguntar si querias que nos quedemos aquí hasta ....- no terminó la frase y yo asentí.

Me beso y se fue. Iba a salir a comer algo con mi padre y Elisa, pero cuando abri la puerta Luca estaba ahí con varias cajas, intentando llamar de alguna manera a la puerta sin que se le caigan.

-Jefa – Ada, le corregí – el jefe me ha enviado con esto. – dejo lo que había en la cama y el se fue, dejando asi entrar a mi padre y a Elisa cuando yo estaba abriendo la caja grande.

Un vestido blanco estaba delante mia. La tela era de seda, con unos tirantes no muy finos y alrededor de la cintura había un cinturón finito hecho por piedras que luego caían en un lateral del mismo. Los zapatos eran rojos y eso me hizo muchísima gracia.

También había una caja pequeña de terciopelo donde descubri un colgante con un corazón rojo. Los pendientes y la pulsera estaban decorados con piedras rojas.

-Este hombre te quiere de verdad – dijo mi padre asombrado.

-Papá, estoy asustada – le dije

-Mira hija, si hubieras vuelto con Jorge a casa, aun sin saber lo que ese desgraciado te hacia, te juro que no se me había ocurrido pedirte esto, pero el es tan seguro de si mismo, tan protector contigo que no lo dude ni un instante.

Comimos los tres en el buffet del hotel y luego yo me eché la siesta un rato. Era ya la hora, me duché y me coloqué mi ropa interior para luego ponerme el vestido, los tacones y dejarme el pelo suelto.

-Toma hija – me entregó un ramo de rosas rojas y blancas – es la hora.

Bajamos los dos en el ascensor hasta llegar a la puerta que me separaba de la piscina alargada que rodeaba gran parte del hotel. Suspiré y le asentí a mi padre con la cabeza. Con un paso más las puertas se abrieron al detectarnos y salimos fuera. Una alfombra roja era la que nos indicaba el camino que debíamos seguir. Giramos a la derecha y ahí estaban.

Elisa y los hombres de Massimo estaban sentados en varias sillas. El, se encontraba delante de una mesa y el que estaba detrás de estas supuse que sería el juez.

-Se que se queda en buenas manos, pero aún así necesito que me confirmes que nadie, nunca le hará daño alguno– le dijo mi padre al entregarme

-La protegeré con mi propia vida – le contestó y se abrazaron.

Después de media hora de leer el juez todos los artículos que debíamos saber, por fin dimos el si quiero y firmamos el acta matrimonial. Nuestros labios se unieron y con ello tenía la sensación de que mil promesas lo hacían. No sabia si le quería o si era un tonto amor que no perdurará, pero de algo si estaba segura, era la mayor locura que había hecho en mi vida. Una locura que a mi me hizo feliz.Respecto a Massimo, viendo como a el le gustaba tenerlo todo bajo control, que nunca se le escapaba nada supuse que le pasaba lo mismo que a mi.

-Firma aquí – me señaló Massimo un papel, después de declararnos marido y mujer

-Que es esto?

-Firmalo Ada, por favor , confía en mi – hice lo que me pidió y dejé mi firma en aquellos papeles. El se guardó una copia en el bolsillo y la otra la entregó al juez junto al acta matrimonial.

Cenamos todos, Frank, Dan y Luca, mi familia y nosotros dos en un comedor del que el hotel disponía. Nos estaban sirviendo un marisco fresco y una tabla de quesos mientras hablábamos.

-Y vosotros ¿ - preguntó mi padre – estáis casados? –miró a los hombres.

-Si – contestó Frank – y tengo una niña y unos gemelos de camino – sonrió recordando a su familia.

-Yo no – contestó Luca – ni siquiera se me ocurre casarme, todos los que lo hacen están locos – el comedor se lleno de nuestras carcajadas.

-Yo en cambio voy a pedirle matrimonio a mi novia cuando lleguemos , pero tengo un niño de mi otra relación.

-Hija, yo a tus nietos no los veré pero se que llegado el momento les hablarás mucho de mi – sonrió tristemente.

-Papá – le acaricié el brazo y derrame una lagrima – nos quedaremos aquí contigo – dije para cambiar de tema. 

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora