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Entré en el despacho que ayer estuve. Massimo estaba sentado detrás de la mesa y los dos policías en las dos sillas, haciéndole preguntas.

-Ada, que haces aquí? – los policías se volvieron hacia mi.

-Buenas – les saludé pero me fui al lado del sillón de Massimo – me dijeron que te tomaban declaración.

-No te preocupes, ve tranquila y come algo, lo necesitáis – acarició mi tripa bajo la atenta mirada de los policías y yo me negué – podeis seguir – les miré.

-Señor Massimo – dijo uno de ellos, el pelirrojo – nos gustaría hablar con esta señorita, con usted ya hemos terminado.

Massimo se levantó de la silla y yo me senté apoyando la espalda al completo.

-Señora, que relación tiene usted con Massimo de Luca?

-Soy su mujer, nos casamos en Brooklyn.

-Pasaron la noche aquí? – yo asentí – teniendo una casa protegida, como es que pasaron la noche aquí? – me fui hacia delante y apoye las palmas de mi mano en la mesa.

-Usted tiene novia o está casado? – el asintió - pues si no lo sabe, quizás cambiar de rutina de vez en cuando a la relación le viene bien – susurré – y creo que no hace falta darle más detalles de la noche que pasé con mi marido.

-Conoce usted a Valentina Giovvani?

-He oído hablar de ella pero no la conozco.

-Entonces su marido no estuvo con usted anoche en la reunión?

-Mi marido y yo anoche estuvimos aquí en la cuarta planta, la habitación 425.

-Muy bien, pues ya está todo por aquí. Muchas gracias – Massimo les acompañó hasta la puerta y luego la cerró.

-Creo que me debes alguna explicación no? – seguía sentada – donde estuviste anoche?

-Aquí, en el despacho.

-Quien es Valentina?

-Luego hablamos que me duele la cabeza – dijo frotándose las sienes y de mal humor.

-No hablamos luego – me levanté – quiero que me expliques varias cosas Massimo y me importa un pijo tu dolor de cabeza.

Para mi horror se cayó al suelo con los ojos cerrados.

-Frank, Luca – grité mientras le estaba mirando el pulso a Massimo – una maldita ambulancia.

Estos dos hombres se quedaron todo el rato a mi lado, mientras llegó la ambulancia y se lo llevaron al hospital para hacerle pruebas. Ahora estábamos en un hospital de Nápoles, llevábamos tres horas esperando a que un maldito médico nos dijera algo pero nada, entraban y salían.

-Jefa, toma – me tendió un sándwich vegetal y una botella de agua – necesita alimentarse.

-No tengo hambre pero gracias Luca.

-Como le suceda algo, el jefe me matará a mi y a todos los médicos que le impedirán que vaya a verla – sonreí pensando que eso era cierto.

-Señora de Luca? – miró una enfermera hacia nosotros pero solo me vio cuando me puse de pie, como siempre mis armarios empotrados me estaban rodeando. – el médico la espera en la sala.

-Frank, Luca, conmigo – dije siguiendo a la enfermera.

Cuando recibí aquella noticia pensé que el mundo se me venía abajo.

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora